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El ‘Barcenasgate’ que devora

Salvador García Llanos

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Ya de por sí es grave que el Partido Popular (PP) despache la última declaración de Luis Bárcenas ante el juez con una escueta declaración en la que se limita a recordar que ya no pertenece a la organización. Cierto que el asunto -ni más ni menos que la financiación del partido gubernamental- está en vía judicial y cuanto menos se oree mediáticamente, mejor, que bastante hay ya con los testimonios como para, encima, tener que interpretarlos. En este caso, a poco más de un mes de una cita con las urnas, preferible ser dueños de los silencios antes que esclavos de las propias palabras.

Pero es que Bárcenas ha confesado que es él quien recibe las claves de la contabilidad del PP de manos de Rosendo Naseiro que sabe mucho, si recuerdan, de pruebas (grabaciones) destruidas. Las claves son las de la administración en B, o sea, la que se hace para finalidades espurias, la contabilidad alternativa a la que, según todos los indicios, se dio un uso más allá de para ir tirando. Fue el mismo Naseiro quien le hizo entrega de las llaves de la caja fuerte donde se guardaba el dinero B.

Y esa confesión, a la espera de lo que decida el juez, es muy delicada, muy apremiante a estas alturas de la película, del 'Barcenasgate' cuyas gargantas profundas deben seguir muy acoquinadas. No es para menos. Porque de esa declaración judicial del ex tesorero se desprende que la organización, desde el punto de vista financiero, funcionaba con un sistema bien ensamblado y que era de aplicación en sus estructuras territoriales, incluso las municipales. A medida que se tire de la madeja, se supone que se conocerán más conexiones y más prácticas poco ortodoxas. En ese sentido, no tiene mucho margen de maniobra el PP, de ahí que se aferre al silencio o a las obviedades aplastantes para intentar que no salpique más de lo que ya hace ese auténtico tsunami político que, para más inri, tiene su núcleo entre rejas.

La izquierda parlamentaria coincide a la hora de señalar que la situación es insostenible e inviable, especialmente para el presidente del Gobierno del que alguna vez, por cierto, se conocerá cuál era “alguna cosa” que exceptuó de aquellas primeras revelaciones conocidas que tuvieron amplio tratamiento mediático, después de saberse lo de las cuentas en Suiza y otras entrecomilladas bagatelas. Claro que es grave que hubiera una caja paralela poco menos, según se ha publicado, en cada terminal provincial de la organización. De no probarse lo contrario, las apariencias de financiación irregular empezarán a dejar de serlo. No es de extrañar, en consecuencia, que hayan vuelto a pedir la dimisión del presidente.

Entonces, el PP se dará cuenta de que no puede seguir mirando a otro lado ni encomendarse a la resignación benedictina ni refugiarse en la desmemoria colectiva, en la identificación de sus fieles y ni siquiera en la indolencia política de lo que el propio presidente del partido llamó mayoría silenciosa. El PP es consciente de que el PSOE ya pagó en las urnas aquellos casos en que se saltó normativas contables y se financió saltándose algunos cánones. Las circunstancias de ahora, de los tiempos que corren, son mucho más exigentes; y por lo tanto, su respuesta no puede ser tan tibia como se desprende del lacónico despacho ceñido a la no pertenencia a la organización de ciertos personajes.

Lo malo para Rajoy es ver cómo demuestra que lo que se hacía intramuros, desde el punto de vista contable y financiero, no era con su consentimiento ni con su beneplácito.

Pero, primero: a ver cómo resuelve el juez Ruz.

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