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La obra del barranco de Santos o cómo destrozar un paisaje urbano

Eustaquio Villalba

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En 1986, Luis Cola Benítez, el fallecido cronista de la ciudad, publicó un libro que resulta imprescindible para conocer la Historia y el paisaje de Santa Cruz: “Los barrancos de Añazo”. Al describir el barranco más importante, el de Santos, dice “...al acercarse al mar el barranco de Santos se remansa y se integra en el paisaje urbano. Es, simplemente el barranco de entrañables historias y añejas tradiciones santacruceras.

Su desembocadura ha sufrido importantes modificaciones impuestas por el urbanismo y las recientes realizaciones portuarias, algunas de las cuales sumen en la perplejidad al ciudadano de a pie que, desconocedor de las profundas razones técnicas o políticas que las han motivado, solo concluye de su observación inmediata la fatuidad de algunos proyectos o la dudosa rentabilidad de las cuantiosas inversiones“.

El cronista de Santa Cruz acertó al calificar de fatuos proyectos como el de la vía del Barranco de Santos y el Hotel Escuela, obra de los arquitectos Palerm y Tabares. Luis Cola se quedó perplejo ante las razones políticas que llevaron a este desaguisado tan caro, tan poco respetuoso con el patrimonio histórico de la ciudad y tan poco útil. Lo de caro no tiene discusión, pues con un presupuesto inicial de 19,1 millones de euros pasó a costar más de 130 millones, una enorme suma a pagar por los vecinos durante muchos años. Pero nunca sabremos quiénes son los responsables del brutal incremento del presupuesto, aunque sí se sabe a quiénes les vino muy bien un costo tan abultado.

El trazado (según informaciones periodísticas no desmentidas) afectó a los terrenos de la familia de uno de ellos y, por tanto, sus parientes se beneficiaron con sustanciosas indemnizaciones. Pero no es lo único que afecta a la deontología profesional, mucho más grave es que estos profesionales fueran al mismo tiempo los redactores del Plan General de la ciudad, el mismo que dejaba un montón de viviendas fuera de ordenación y permitía el derribo de importantes muestras del patrimonio inmobiliario de la ciudad. Como Juan Palomo: Yo me lo guiso, yo me lo como.

Afortunadamente, la Justicia ha decretado la ilegalidad de su PGO. Como lamentaba el recordado Luis Cola, el paisaje de Santa Cruz cambió radicalmente con una obra que no tuvo en cuenta el riquísimo patrimonio natural, étnico e histórico del Barranco de Santos y que, además, ha resultado un fracaso.

En junio de 2010 se publicaba en 'La Opinión de Tenerife' la noticia de su inauguración: “Tras ocho años de obras y unos 90 millones de presupuesto, hoy se abre por fin al tráfico el viario del barranco de Santos, una carretera que está planificada para descongestionar el denso tráfico de Santa Cruz de Tenerife y que conecta el centro de la ciudad con el capitalino barrio de La Salud”.

Cuatro años más tarde el periodista Noé Ramón le dedicaba un documentado artículo en Canarias Ahora, bajo el título 'Los pecados del Barranco de Santos', que arroja mucha luz sobre esta obra. En concreto, sobre su principal objetivo escribe: “Pero lo cierto es que la Vía Arterial apenas es utilizada por los chicharreros. Cuatro años después de su inauguración no suma, ni mucho menos, un tráfico de vehículos que hubiese justificado tan elevado desembolso. Apenas 9.000 coches al día, frente a los 18.000 que, por ejemplo, pasan por la cercana avenida Islas Canarias. El Barranco de Santos es una especie de escultura lujosa pero inútil, hecha a mayor gloria de los arquitectos y de Zerolo, que pretendían mostrar al mundo una novedosa forma de abordar los barrancos”.

No hay más que asomarse a la vera del barranco para ver el calamitoso entorno de la infrautilizada vía y observar que la suciedad y el abandono predominan en el recorrido de lo que antaño fue parte dominante del paisaje urbano de la capital chicharrera.

Todo un símbolo: la planta introducida, el rabo de gato, es la que destaca en el cauce y en los escasos espacios ajardinados del entorno de la nueva carretera. El Hotel Escuela de Santa Cruz es otro proyecto de los mismos arquitectos, pero también es un perfecto ejemplo del mal urbanismo que no respeta la historia y el patrimonio cultural. Construido sobre la parte más baja del solar del antiguo colegio de Las Asuncionistas (hoy Parque Viera y Clavijo) y situado entre la calle San Sebastián y el límite con el barranco, supuso la destrucción irreversible de una gran parte de la segunda zona verde de la ciudad. Ocupa el 100% de la superficie entre las aceras y el cauce. Además, implicó la modificación del perfil topográfico de la ladera elevándolo más de 15 metros sobre su rasante natural y se construyeron muros con piedra basáltica, para después rellenar el trasdós con vertidos, y finalmente se añadió cal, para impedir el crecimiento de cualquier vegetación en la margen situada frente al hotel y se hicieron instalaciones públicas para ocio donde no existe posibilidad alguna de aparcamiento ni forma de llegar. Se trató la parte aledaña del barranco con mampostería vista, pavimentos de piedra natural que se están levantando por doquier, barandillas inexistentes en escalinatas de más de 50 peldaños... Si a esto sumamos que carece de zonas para la recepción de mercancías y suministros, que no tiene zona de aparcamiento y por ello han tenido que aumentar la superficie ocupada en detrimento del parque Viera y Clavijo, se entiende el negativo impacto que ha causado en la trama urbana de la ciudad.

Esta situación se ha visto agravada por otro disparate urbanístico que fue dejar, justo en frente del hotel, el estadio de fútbol Heliodoro Rodríguez López. San Sebastián es una vía crucial en la circulación de la ciudad, sin embargo cada vez que hay partido u otro acontecimiento en el estadio hay que cortarla al tráfico debido a la aglomeración humana que generan estos eventos. Por eso, en el antiguo Plan de Santa Cruz, el de 1957, se propuso convertir toda la zona, desde el estadio hasta el desaparecido “campito don Pelayo”, en área de deportes y con una ocupación residencial tipo ciudad jardín. Nada más aprobado el Plan General, el Ayuntamiento modificó las previsiones de toda la zona agrícola situada entre Reyes Católicos y la Salle con la finalidad de aumentar los volúmenes edificatorios, con la consecuente revalorización de los solares. Pero el dinero manda y los jardines no dan beneficios, como lo saben bien los responsables del anulado Plan General de Santa Cruz.

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