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Insularismos

Francisco Pomares

Bravo de Laguna explica el haber sido apartado de las candidaturas del PP en Gran Canaria como resultado de su denuncia de la hegemonía tinerfeña en la política canaria. Lo dijo privadamente en un twiter, sabiendo que 140 caracteres en twiter han hecho caer alguna dictadura. Su minúscula denuncia en la red del pajarito saltó a las portadas de los medios, en una más que obvia utilización del discurso más rancio que se puede hacer en estas islas. Es cierto que Bravo ha denunciado durante estos cuatro años de presidencia cabildicia los excesos del liderazgo tinerfeño en la política regional. Pero antes de elegir ese camino, Bravo fue un político con vocación regional. Su conversión al isloteñismo se produjo al final de su etapa como presidente del Parlamento de Canarias, cuando llegó a la conclusión –cierta entonces- de que Tenerife pesaba más que Gran Canaria en el Gobierno. Desde entonces ha llovido lo suyo, y lo que fue denuncia de un insularismo con voluntad de dominio, acabó por convertirse en pura envidia, en deseo de emular desde su propio terreno la enorme potencia de un instrumento político que -para despertar adhesiones acríticas- funciona tan bien como el nacionalismo, pero sin implicaciones secesionistas. Hoy Bravo representa mejor que nadie el discurso del pleito entre las dos capitales de Canarias, un discurso que interesa cada vez a menos gente, pero que en Las Palmas y Santa Cruz sigue teniendo algún público.

Bravo ha encontrado, pues, un discurso legítimo para seguir en política, ahora de la mano de Compromiso por Gran Canaria, el partidete que fuera de Nardy Barrios y anda huérfano de liderazgo. No voy a ser yo quien le recrimine a Bravo refugiarse en el insularismo, como hicieron otros antes que él. Pero si parece conveniente aclarar que si Bravo no es candidato del PP al Cabildo grancanario no es por haber defendido Gran Canaria sino porque no se entiende con Manolo Soria. Ese y no otro es el motivo.

Bravo tiene derecho a construirse una explicación, incluso tiene edad suficiente para inventarse un legado. El problema es que acabe por creerse lo que dice, o por creer que lo que dice tiene que ser entendido por una mayoría: hoy el personal anda más pendiente de acabar con la vieja política que de reivindicarla. Y si hay algo de verdad viejo hasta la ranciedumbre en Canarias, eso es precisamente el insularismo.

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