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En busca del líder perdido

Salvador García Llanos

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¿Qué toca ahora?

Menos vaticinios catastrofistas y más aportaciones constructivas. Esa militancia socialista, tan invocada por el ex secretario general, debería estar ya, mano sobre mano, codo con codo, en la búsqueda de la cohesión resquebrajada y de la unidad hecha añicos. El socialismo ya sabe lo que vale un cisma y aunque hay antecedentes, incluso en períodos bélicos, ninguno como este, transmitido prácticamente en riguroso directo, intramuros y en los exteriores de Ferraz.

No se trata de una carrera contra reloj pero el devenir de la política española y la recomposición de la organización, superada la etapa de las provisionalidades, obligan a no entretenerse demasiado en más trifulcas de las vividas y que tanto sonrojo han causado, aquí y allende las fronteras (Por mucho menos, en Canarias, en 1988, un año después de pasar a la oposición el Partido Socialista Canario-PSOE, Fernando Fernández (CDS), siendo presidente del Gobierno, pronunció una frase que aún se recuerda: “El socialismo sigue lamiéndose sus heridas”, en alusión a la incipiente contestación a Jerónimo Saavedra y a la placidez deseada para su propio desempeño presidencial, que no contaba con el poderoso flanco de Manuel Hermoso y las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC), inductores de aquel suicidio de su confianza política).

Además de las internas, hay otras asignaturas apremiantes que precisan este mismo mes de exámenes prácticamente a cara o cruz. Deberían aprovechar que el periodismo más hostil estará una temporadita algo desconcertado y vacío sin pim-pam-pum al que dirigir sus críticas y sus dicterios. Pero solo algo. Arreciarán desde quienes no conceden tregua, “antes de que el PSOE se recupere”, como llegó a prevenir Pablo Iglesias hace unos meses.

Entonces, tendrán los socialistas que ceder -y tolerar- para soldar heridas. Esta no es una fractura cualquiera. Por ello, sobre la experiencia, habrán de escribir sobre la tabla rasa de la que depende su futuro. Hay muchos descontentos, mucha deserción y mucha decepción. Pero con el flagelo solo no se va a ningún lado. Admitido que no será fácil encontrar un liderazgo, el proceso posterior, moldearlo, arroparlo y consolidarlo, se antoja complicado si las costuras que ahora sean capaces de hilvanar son débiles y proclives a saltar por un quítame allá esas pajas. Satisfacer a los más exigentes, en el plano ideológico y en el pragmatismo de la gestión, a los propensos a un peculiar reduccionismo político, será bastante difícil, una obra de titanes, dicho sea sin exageraciones.

Es en el futuro en lo que debe concentrarse el PSOE de gestora directiva y valores dispersados. El porvenir depende de lo que su gente quiera, la que milita y la que simpatiza, que no es poca, y que aún confía en que el bienestar y la igualdad son posibles, una vez que el conservadurismo español ha acreditado que eso no quiere hacerlo ni le interesa hacerlo. Los vientos soplan en contra y los soportes de defensa de los socialistas se han visto sensiblemente deteriorados. Pero depende de su propia capacidad para superar trance tan adverso. Antes, cuando había crisis o pintaban bastos, se apelaba a la cordura y a la madurez de la organización para sosegar y encontrar alternativas. Y bueno, mal que bien, salían adelante.

Ahora, por lo visto, esa madurez pasó a peor vida. Es la diferencia. Y además de bastos, pinta lo siguiente.

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