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Quien calla no siempre otorga

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La sede del PP en la calle Génova se reformó con dinero en negro que provenía de una contabilidad paralela de cuyos ingresos y gastos no se dejó constancia en la contabilidad oficial ni por tanto fueron fiscalizadas por el Tribunal de Cuentas.

Esta es la demoledora conclusión de los magistrados de la Audiencia Nacional que se extrae de la sentencia, de 454 páginas, que condena al ex tesorero, Luís Bárcenas, a dos años más de cárcel y al partido como responsable civil subsidiario. Una sentencia que considera probada la existencia de una caja B en el PP y que se suma a la que condenó al partido como partícipe a título lucrativo en el caso Gurtel.

La sentencia conocida esta semana viene a corroborar, además, que la moción de censura contra Rajoy no fue una operación ilegítima como aseguraba el PP, sino que era una operación de higiene democrática más necesaria que nunca. No podía seguir en la presidencia del Gobierno el responsable de un partido condenado por corrupción.

Lejos de entonar el mea culpa, hacer un ejercicio de humildad y poner en funcionamiento las herramientas de control interno que eviten que esos hechos se vuelvan a producir, la estrategia de Pablo Casado es guardar silencio.

Para el líder del PP, esto forma parte del pasado, pero se olvida que son los tribunales los que le están recordando, una y otra vez, que la corrupción galopaba a sus anchas por las entrañas de un partido del que él formaba parte como miembro de la dirección nacional. La estrategia de no hacer ni decir nada que está siguiendo Casado ya ha demostrado que no funciona, como demostró Rajoy con la problemática social en Cataluña.

A esta hora en la que usted lee este artículo, la actual dirección se sigue sentando en despachos reformados con dinero en negro, pagado todo en dinero en metálico que salía de una caja fuerte del despacho de Bárcenas, por mucho que anunciaran a bombo y platillo que iban a vender la sede.

A esta hora, el líder del PP no ha salido a la palestra, aunque sólo sea para intentar defender la honorabilidad de su partido, o marcar distancias con épocas anteriores.

A esta hora, Casado sigue guardando silencio como si la sentencia no fuera con él y no condenaran a su partido, una vez más, por una corrupción sistematizada que les permitió presentarse dopado a las elecciones. Una actitud que no es, precisamente, una buena carta de credenciales para alguien que aspira a sentarse en el despacho principal del Palacio de la Moncloa.

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