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Hay una cara oculta del boom turístico

José María Barrientos

El turismo español en general y el de Canarias en particular, han hecho de 2013 un año histórico, con récord de llegadas de visitantes: 60,6 millones a nivel estatal y 12,4 millones en Canarias y también en ingresos por turismo, con más de 45.150 millones de euros a nivel estatal y más de 11.000 millones en Canarias. Pero el sector arrastra un problema de competitividad que hace que tanto en el Estado como en Canarias, incluso en pleno boom, siga cayendo el gasto que realiza cada turista que viene a España.

Los magníficos resultados conseguidos por España son consecuencia, como se ha dicho desde el principio, más de los problemas de nuestros competidores que de los méritos propios de nuestro sector turístico. El país se está beneficiando del desvío de importantes cantidades de turistas que provoca la inestabilidad política en el norte de África, principalmente en Egipto. Y existen dudas bastante generalizadas sobre la capacidad de España de fidelizar en los próximos años a esos clientes que están dejando de ir ahora a los destinos rivales del Mediterráneo, lo que ha dado en llamarse los “turistas prestados”.

Análisis aparte merece el sector de la restauración que terminó 2013 como el peor año de su historia y de la crisis, con el cierre de unos 10.000 locales, afectado también por una fuerte bajada de precios -de media del 15 al 20 % en los últimos siete años-, según el presidente de la Federación Española de Hostelería y Restauración (FEHR), José María Rubio.

Rubio asegura que la agonía de la crisis un año más ha provocado que mucha gente no lo pueda resistir y que el balance total de la crisis sea que 60.000 establecimientos hayan bajado la persiana definitivamente, de ellos unos 6.000 corresponden a Canarias según los datos de la Patronal del sector FECAO.

Lo que está más que demostrado en estos años es que una pyme del sector puede pasar de 20 a 8 empleados, pero que en un local que es atendido por un matrimonio los gastos se “comen” el escaso margen del negocio, a lo que se une que se ha producido una “competencia terrible en precios” que ha provocado que de media hayan bajado entre el 15 % y el 20 %, y llega un momento que, cuando no pueden aguantar más, cierran, y por si esto fuera poco en Canarias tenemos el efecto del todo incluido que por intereses concretos de algunos de los operadores fundamentales de esta industria está escalando cotas insólitas de implantación en Canarias, llegando al 45% del total de los turistas llegados.

El turismo español arrastra desde hace tiempo un problema de competitividad. España apostó hace medio siglo por un modelo de turismo de masas, basado en el sol y playa, y concentrado en los meses de verano en la Península y en invierno en Canarias. En líneas generales, este modelo se mantiene hoy en día.

Administraciones y empresas tratan de promover otra tipología complementaria del turismo de sol y playa, como fomentar la oferta cultural, promover los destinos urbanos y sobre todo poner al día nuestras infraestructuras en algunos casos obsoletas y que deben competir con las nuevas plantas de los destinos emergentes que venden a menos de la mitad de nuestros precios ya que sus costos, sobre todo los laborales, son muy inferiores a los nuestros.

El progresivo deterioro de algunos establecimientos y la degradación de algunos destinos tanto en Península como en Canarias, en ambos casos por falta de inversiones para la renovación constante, nos alejan de poder atraer clientes de mayor poder adquisitivo. Arrastramos una enorme falta de competitividad estructural en nuestros destinos turísticos y nuestra oferta ahora sólo puede dirigirse a perfiles de turistas con muy poca capacidad de gasto.

Si no somos capaces de reformar nuestra oferta, no podremos reposicionar el producto para que el cliente gaste más antes de que tengamos que devolver los “turistas prestados”. Y por ahora no se está haciendo.

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