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Confianza en las noticias

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Este es el título (Trust in news, el original en inglés) del proyecto que promueve el Digital News Report 2020, del Instituto Reuters, que abarca cuarenta mercados, para intentar averiguar las razones de por qué se ha erosionado en todo el mundo ese concepto básico en la convivencia social: la confianza en las noticias. Menos de cuatro de cada diez personas –este es el dato escalofriante-, esto es un 38 %, dicen que normalmente confían en la mayoría de las noticias. En países como Brasil y el Reino Unido, la confianza ha tenido retrocesos de dos dígitos en años anteriores recientes. Y en otras naciones, las tendencias generales más estables ocultan brechas partidistas marcadas y crecientes.

El Instituto Reuters quiere contrastar en esta iniciativa por qué se erosiona la confianza, cómo se desarrolla en contextos distintos y en diferentes grupos, cuáles son las consecuencias y qué se podría hacer el respecto. Son algunas preguntas clave para entender por qué se produce este fenómeno, desde luego muy preocupante en un contexto periodístico y de comunicación progresivamente deteriorado por distintas causas. La investigación se orienta a explicar con suficiencia y plantear las alternativas a cómo los profesionales del periodismo y los medios de comunicación afrontan esta cuestión, con el fin, por supuesto, de que resulte útil en su desempeño y en sus líneas editoriales. 

Combinando una amplia revisión de las investigaciones existentes sobre la confianza en las noticias (entre ellas, cerca de doscientas publicaciones interdisciplinares) y entrevistas originales (incluidas ochenta y dos con periodistas y otros profesionales de varios países), el Instituto Reuters ha anticipado un resumen sobre qué se sabe y qué no, qué factores contribuyen a esas tendencias y cómo los medios procuran abordarlas en entornos digitales cada vez más competitivos.

Así, la primera premisa de la que se parte es que “la confianza no es una preocupación abstracta, sino que forma parte de los cimientos sociales del periodismo como profesión, de las noticias como institución y de los medios como negocio. Es algo importante y peligroso, tanto para el público como para los medios. Es importante para el público porque poder confiar en las noticias ayuda a desenvolverse y relacionarse con el mundo, pero peligroso porque no todo es igualmente confiable. Y es importante para los medios porque la profesión se apoya en la confianza, pero peligroso porque puede ser elusiva y resulta difícil de recuperar cuando se pierde”.

Se trata, según los responsables, de recolectar evidencias aprovechables, de moldo que periodistas y medios puedan adoptar decisiones bien fundamentadas para abordar mejor las inquietudes relacionadas con el desgaste de la confianza.

Algunos autores sostienen que convivimos en un ecosistema mediático cada vez más plural, razón que, en sí misma, alienta un creciente escepticismo en torno a las noticias. “Sin embargo –según la síntesis aludida- en un mundo donde muchos medios (pese a sus imperfecciones) siguen siendo la fuente independiente más fiable para la información accesible, oportuna y relevante sobre asuntos públicos, la confianza menguante puede ser una barrera significativa para los ciudadanos que procuran tomar decisiones bien fundadas y que los poderosos rindan cuentas”.

La confianza, pues, resulta determinante. Para todo. Ganar o recuperar credibilidad, robustecer o cualificar el producto, hacer que la marca y la cabecera reivindiquen prestigio y fortalezcan su propia condición en la que puede ser una feroz competencia. Y es que la confianza, en efecto, tiene un impacto en todo: desde el acceso a las fuentes (donde se trata de un asunto “sacrosanto”, en palabras de un experimentado reportero de un periódico británico) hasta la seguridad de los periodistas, pasando por el impacto público de la cobertura sobre corrupción y otras actividades ilícitas, tal como señala el Informe del Instituto Reuters.

Después de diseccionar las respuestas de campo obtenidas en Brasil, India, Reino Unido y Estados Unidos, las conclusiones a las que llega, en torno a la confianza deseable, son textualmente las siguientes:

- No hay un único problema relacionado con “la confianza en las noticias”, sino que existen desafíos múltiples que involucran la provisión y la demanda de información. Distintos segmentos del público, así como los periodistas y académicos, mantienen creencias diferentes respecto de cómo funciona el periodismo, y posturas algunas veces contrarias sobre qué espera cada uno del periodismo. Por lo tanto, quienes pretenden abordar estas cuestiones necesitan ser específicos en cuanto a su objetivo estratégico e idealmente deben basar su trabajo en evidencia de apoyo, porque las iniciativas que funcionan con una parte del público pueden no funcionar con otras.

-Muchos académicos y profesionales del periodismo han diagnosticado en la producción de noticias ciertos problemas que pueden contribuir a la falta de confianza. Sin embargo, se sabe mucho menos sobre los efectos cambiantes de las prácticas de distribución (especialmente el papel relevante que desempeñan las plataformas) aunque es probable que tengan un papel importante. Varios entrevistados temen que las plataformas socavan la confianza del público en las noticias, aunque esas plataformas también ayudan a que la gente halle las noticias. Mejorar los estándares y las prácticas periodísticas puede tener un impacto nulo en la confianza si esos esfuerzos no son visibles para una audiencia que se topa con las noticias sólo fugazmente en las redes sociales. 

-Iniciativas internas y externas dirigidas a la transparencia, la conexión con el público y la educación mediática lucen prometedoras, pero permanece brumosa la evidencia empírica sobre qué funciona, con quiénes y en qué circunstancias. Las investigaciones a menudo han estado desconectadas de la práctica profesional, y demasiado enfocadas en un puñado de países. Existe un riesgo considerable de hacer cosas que parezcan y/o se sientan buenas o de imitar a otros sin evidencias suficientes, lo cual puede conducir a un esfuerzo desperdiciado, en el mejor de los casos, y en el peor, a resultados contraproducentes.

-Los esfuerzos para mejorar la confianza pueden ser muy importantes pero acarrean costos en sociedades divididas y polarizadas, y además pueden no corresponderse con otras prioridades, como pedir cuentas a quienes ejercen el poder. Combatir preconceptos arraigados sobre cómo funcionan las noticias (perpetuados estratégicamente por líderes políticos o traspasados de una generación a otra en ciertas comunidades) implica tomar decisiones que probablemente alejen a una parte de la audiencia más que a otras.

Está claro, entonces, que la confianza hay que ganársela. 

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