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Contrarreformas educativas

Teo Mesa / Teo Mesa

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Lo razonable, por ello siempre he abogado, es llegar a un Pacto Educativo en todo el estado, con todas las fuerzas parlamentarias, sin excepción. Igualando todas las ideologías y en base a la lectura constitucional de laicismo de estado. Pacto que dure unos 12 años. Y al finalizar ese periodo, sea revisable en base a los adelantos técnicos, culturales y sociales. Y reformar, si fuera preciso. Eso es democracia. Y dejarse, estos representantes, que se supone del bien común y de gobernar para todo el estado, de monsergas en renovadas leyes educativas. Que éstas beneficien a toda la comunidad educativas: alumnos, profesores y padres o madres. Sirvan para un futuro eficaz a todos los jóvenes estudiantes, sin exclusiones. Un consenso que sea adaptado a la época que vivimos y a la evolución y pensamientos sociales. Sin mirar el retrovisor de los poderes fácticos del Vaticano, en adoctrinado catolicismo; o ideologías de derechas ni de izquierdas, que subyugan a las fuerzas políticas de este país, con sus constantes presiones draconianas.

Con este nefando ejercicio, de impositivos caprichos ideológicos, al que se deben enfrentar cada cuatro, ocho o pocos años más, los estudiantes. Al tremendo zarpazo del borrón y cuenta nueva en las leyes educativas, con nuevas materias y otras reformas, que impone manu militari, el correspondiente ministro. Ahora, el nuevo ministro de Educación, quiere dejar su desatinada patente de corso, aplicando sus esencias milagreras para una eficaz educación. Como ha anunciado el funcionario accidental, con su mágica pócima, se anulará Educación para la Ciudadanía, porque al purpurado Rouco, su clerecía y la derecha más radical, no les gustaba. Será suplantada por Educación Cívica, con embate de frívolas ideologías y falta de equidad de raciocinio. Y se ampliará el Bachillerato a tres años, por el actual de dos; además de otras reformas en la ESO.

El trasfondo de esta contrarreforma será implantar la primitivista 'Ley de Calidad de la Enseñanza', que no pudieron hacer efectiva en el mandato anterior, ante tantas protestas sociales. Era la Ley más clasista y aberrante de la historia de la enseñanza, segregando al alumnado según sus capacidades intelectuales y en base a los poderes adquisitivos de las familias. Ahora, intentan desviar al alumnado con bajas notas, hacia la Formación Profesional. Todo un ignominioso despropósito. Las clases sociales menos pudientes, máxime con este receso económico, carecerán de oportunidades escolares para su educación y futuro profesional. Solo se tendrá facilidades en la enseñanza privada y en la concertada (que pagamos todos con los dinero público, para que otros hagan negocios). Muy de la derecha pepista. “Poderoso caballero es don dinero”, decía Francisco de Quevedo.

Parecen oírse tambores de vendetta. Los sesudos dictados de FAES hay que cumplirlos al pie de la letra, en el Gobierno del PP (prescritos por su marshall, el guerrillero de Irak). Todos los ministros se atienen a esta fundación (que se nutre con dinero del erario público), para seguir el adoctrinamiento a todo el país, y a todos los ciudadanos, les hayan votado, o no, sean afines a sus prédicas conservadoras o neoliberales, o no. Ellos ponen en práctica la ley del fonil. Como tiempos ha. Deben recuperan el tiempo y el espacio perdido socialmente, en la moral y las buenas costumbres, que esta facción política entiende y desea imponer a diestro y siniestro, en toda la piel de toro (incluida Canarias). Muy a pesar de las divergencias políticas, de credo, pensamiento contrario o escéptico. Que haberlos, haylos, y muchos, en la divergencia. Que con su mayoría absoluta parlamentaria (sin que sea absolutista), no nos hagan comulgar con ruedas de molino, por obra y gracia de la curia intransigente.

Toda la contrarreforma que se anuncia, supondrá un alto coste para las arcas estatales, que a pesar de la muy baja cuantía que se invierte en educación: el presupuesto más bajo de la Unión Europea. Será una acuciante merma para las inversiones educativas. Y no estamos en estos momentos para gastarlos en tarambanas y farándulas doctrinarias. Que no traten de aborregar política, social ni religiosamente como a súbditos, a los ciudadanos, inculcando a la plebe en una masa gris cerebral. Pero tendremos el honor, eso sí, de seguir siendo el farolillo rojo de los Informes Pisa, de toda Europa, y otras extranjerías.

Teo Mesa

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