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La náusea de la corrupción

Carlos Juma

La náusea suele ser la antesala del vómito, puesto que sabido es que no todos los vómitos se preceden de ese repugnante pródromos ni todas las náuseas se siguen de aquesta convulsión digestiva.De las diversas clases de mentiras se puede escribir un tomo con significados y significantes, desde la mentira pura hasta la ausencia de la verdad.

En su momento, sentado en el avión hacia los Estados Unidos de América, me llamó poderosamente la atención que respondiera por escrito si realmente tenía la intención de cometer un atentado terrorista. Entre la risa sardónica y la incredulidad contesté, evidentemente, que no.

Habrá que entender la pregunta al hilo de la idiosincrasia de los ocupantes de aquellas tierras. La mentira te coloca en una situación muy grave en el sistema judicial de aquel hermoso país norteamericano.

Mentir es una cosa muy fea, mentir ante un juez debería llevar a la cárcel al mentiroso pero en España, mentir te sale gratis.Desde jueces que aceptan la mentira en un procedimiento civil y no se les cae la cara de vergüenza hasta aquellos otros que muestran una evidente indiferencia por la condición del justiciable, -y aceptan pulpo como animal de compañía-, cabe hasta mentir en tu propia defensa en un procedimiento penal.

Hay sujetos que han pasado años de su penosa existencia indicando que se debe hacer o no, que beber o no, que declarar o no, y así un variopinto arco iris en el que caben fariseos, publicanos, sepulcros blanqueados, la incorrupta mano de santa Teresa y los discursos de políticos en campaña electoral.

Nuestra querida España, maltrecha por los clanes familiares de defraudadores de la cosa pública que no dudan en ir a oficios religiosos, dar limosna y mandar al César al palo mayor del bergantín, no se merece esta clase de personajes cantores de la primavera electoral.

Tal es la asimetría, la desproporción, la virulencia con que se enfrentan la sufrida clase media y los “economicamente débiles” a los defraudadores. Los que viven por y para la política, enquistados en siglas que les dan de comer y proveen su presente y futuro, parecen centrarse en la dinámica del cambiemos todo para que todo siga igual.

Ah, claro, no todos son iguales, dirán los encastados, y así estaremos una y otra vez en el inmovilismo más castrante porque una de dos, o quién entra en política se tapa decididamente la nariz o ante tal fétido olor recoge velas y se vuelve a casa con la decepción en la cara. Diz que “nos ha faltado piel”. Más bien te sobra “cara”.

¿Merece pues la pena la apuesta por un cambio en los gestores de la cosa pública y dar una oportunidad a las nuevas generaciones? Ya lo hemos vivido antes con los centenares de promesas incumplidas. ¿Sería distinto ahora o es que debemos admitir que la mentira es consustancial al ser humano? ¿De qué nos valdría la moral, la ética y la deontología?

Está claro que cualquier apuesta por un cambio conlleva la vuelta a las posiciones más recalcitrantes de quienes han “chupado” (en su doble acepción coloquial) poder y han pasado de ser Pepito el carabobo a don José el concejal, aun cuando ya se sabe que la mona aunque se vista de seda, mona se queda.

En esto sabemos que el tiempo no cambia a las personas, sino que sencillamente les quita la máscara y el bueno se ennoblece con el tiempo y el malo se agria. ¿Habrá que dar tiempo al tiempo?

Decía que una verdad cuesta mucho trabajo decirla pero el esfuerzo de mantener una mentira te puede llevar una vida para que al cabo se sepa que todas las mentiras tienen las patitas muy cortas.

El sistema funciona tan y tan bien que el importe de lo defraudado, de lo indebidamente apropiado, de lo robado, de lo saqueado, no se devuelve porque o se convierten de ricos-ricos en insolventes o porque han alzado sus bienes.

Llevarlos a la cárcel, encadenarlos con gruesas bolas de plomo un tiempo que tiene su fin anunciado es una ridiculez que agradece el pueblo pero no debemos olvidar que en ese tiempo de prisión estos impresentables están siendo alimentados con el dinero de todos. Y de lo apropiado tararí que te ví.

La mentira está instalada en el sistema y la violación de la molinera también.

-¿me quiere usted hacer creer que este enano la ha violado a usted, una mujer de dos metros?¿Como es esto posible?

-vaya, sr. juez, es que yo me agaché un poquito, contestó la molinera.

Cuando el sistema no quiere condenar a un ciudadano defraudador de la verdad, no lo condena. Se buscan las mil y una maneras de hacerlo y cuando quieren penalizar un robo de supermercado aplican lo que haya que aplicar.

Se le da tiempo al gran defraudador para que esconda lo defraudado y asestándole un cogotazo dar la impresión de que no hay amigos que valgan ante la corrupción. Quiero creer que es verdad pero sólo cuando el canto es un grito actúa la justicia. Que me digan cuantos ex ministros de Aznar están imputados en sendos procedimientos judiciales.

La indignación no basta ante tanta mentira y corrupción; ya está sobrepasada. El mecanismo de alivio es el vómito ante tan esperpéntico y nauseabundo dolor de cabeza.

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