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La crisis de la crisis

José A. Alemán / José A. Alemán

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Rajoy aseguró en su comparecencia que los 500 y pico puntos del diferencial de la deuda española respecto a la alemana nada tiene que ver, qué va, con Bankia. Dado que el PP sigue negado a que alguien explique el caso en el Parlamento, los expertos siguen dándole vueltas para que no se diga; lo que nos obliga a los legos a atenernos a las certezas y parece fuera de toda duda que los dichos “mercados” vinculan Bankia a la situación del sistema bancario español: temen, los “mercados”, que Rajoy tire de deuda pública para darle a Bankia el dinero que necesita (23.000 millones y subiendo) y no le queda un chavo para pagar y de ahí que le manden para arriba a la prima. Un dinero a Bankia que, contra lo que dijo el PP, ha resultado no ser préstamo reembolsable sino pura y dura aportación de capital estatal que se perdería si Bankia no levanta cabeza; cosa nada improbable con los gestores que hay.

“Cuando la cosa se pone chunga hay que estar a la altura”, ha dicho también Rajoy denotando su creciente dominio de las técnicas de gobierno político-económico. Aunque para no perder la costumbre de galleguear al modo no explicara si la altura de referencia es por encima o por debajo de algo que no sé qué es, pues tampoco lo dijo.

Tampoco aclaró Rajoy el alcance de su proclamación de que “no va a haber ningún rescate de la banca española”. Una afirmación tan rotunda no se corresponde a su natural cauteloso por lo que yo, que ustedes, no me lo creería del todo. Porque si tira de deuda pública, como se temen los “mercados”, el rescate está cantado y de hecho no son pocos los que no ven otra salida. Una frase que, ya ven, puede relacionarse con otra suya, anterior, no menos inquietante: “Haré lo que tenga que hacer, aunque no me guste y aunque haya dicho que no iba a hacerlo”, que apunta la posibilidad de que recurra al rescate que ahora niega. Pero eso, qué quieren, no sería tan malo como no ir a al rescate porque, dado que no tendría entonces dinero para pagar, trataría de rebañarnos la pelusilla que nos quede en los bolsillos; viernes le quedan unos cuantos por delante para sus diabluras entre las que descarto, por imposible metafísico, que decida cobrarle el IBI a la Iglesia, que hasta ahí podíamos llegar. La necesita por si llega el momento en que tenga que salir a la palestra Rouco Varela a decirnos que nadie tiene culpa de la crisis sino que es justo castigo de Dios a nuestros pecados: los que se cometen a partir de ciertos niveles de renta hacia abajo, claro, que de ahí para arriba están divinamente exentas de pecado.

Junto a todo esto, ocurre que, en la batalla del PP por recuperar la credibilidad exterior y la confianza de los mercados, no da Rajoy un maldito paso en la dirección de demostrar que España es un país serio; no solo de cara al exterior sino ante sus ciudadanos empujados hacia la indigencia sin que se pidan cuentas a los consejos de administración, a los organismos de vigilancia de los mercados y de las entidades de crédito, a los auditores que certificaron la buena salud bancaria, a la caterva de políticos que padecemos compinchados con toda clase de especuladores ................. (añadan lo que les parezca en la línea de puntos). Ellos son los que han creado la imagen de una sociedad dirigida por incompetentes, desvergonzados y bandoleros en la más absoluta de las impunidades que el PP trata de reforzar. Creo que esa imagen de democracia medio fallida que se está instalando en nosotros mismos es un factor de agravamiento de la crisis. Que no es solo económica sino política y social y que se convertirá a poco que nos descuidemos en existencial, por así decir. En esto, dicho sea de paso, no es chica la responsabilidad del PSOE que está más con el PP de lo que parece. Caimán no come caimán.

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