Espacio de opinión de Canarias Ahora
Cumbre de mi Gran Canaria
Lo conseguimos. El pasado domingo día 7 de julio, la UNESCO, después un intenso trabajo de más de cuatro años ha declarado a Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria como Patrimonio Mundial. Ya ustedes conocen sobradamente la noticia, pero no quiero dejar de compartir una reflexión más amplia sobre este hecho histórico. Es el momento de agradecer el trabajo realizado por José de León, Julio Cuenca, Cipriano Marín, Carlos Ruiz, Oswaldo Guerra y tantísima gente que, desde el área de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo, han liderado un proyecto que nos ha llevado hasta este reconocimiento. Y no puedo olvidar que esta ha sido una propuesta transversal en la que han participado el anterior gobierno insular (Larry Álvarez escuchó la idea por primera vez con mucha sensibilidad) y distintas consejerías insulares y para la que también hemos tenido siempre el apoyo de decenas de expertos, de los ayuntamientos de Gáldar, Agaete, Tejeda y Artenara, de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias y del Gobierno de España.
Sin la menor duda, estamos ante un hecho histórico, de especial trascendencia para el futuro de Gran Canaria. Vivimos en una isla singular que atrae por su situación geográfica, por su biodiversidad, por sus condiciones naturales, por su vanguardismo y cada vez más, por su riqueza patrimonial. El gobierno de la isla de Gran Canaria quiere asentarse en la modernidad, valorando la herencia que tenemos el orgullo y el deber de reconocer, de conservar, de difundir y de proteger. Soy consciente del enorme poder social que supone tener un proyecto realista de transformación, sustentado en un legado riquísimo que explica en parte quiénes somos, qué rasgos culturales aportamos al mundo. Los grancanarios y grancanarias sabemos que tenemos una gran responsabilidad por la enorme riqueza patrimonial que hemos heredado.
Desde ahora compartimos con la humanidad un conjunto excepcional de sitios arqueológicos y paisajes culturales bien conservados, pertenecientes a una cultura insular que evolucionó de forma aislada tras la llegada de los primeros amazighs del norte de África a principios del siglo I d.C. hasta los siglos XIII y XIV, cuando los marineros del sur de Europa arribaron a las islas en busca de nuevas rutas de especias y para la trata de esclavos. Se trata, pues, de un legado admirable que expresa un proceso cultural único e irrepetible.
Ante Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria se tiene la impresión de estar participando de una experiencia casi mágica. Su declaración como Patrimonio Mundial nos ha supuesto una enorme alegría, un sentimiento de orgullo, de identidad y pertenencia, pero también una enorme responsabilidad. Tenemos la obligación de garantizar la conservación de un sitio como este y continuar apoyando la investigación que nos permite conocer más de la arquitectura en la época de los antiguos canarios, la astronomía cultural, las manifestaciones rupestres, la alimentación, los cultos y expresiones religiosas, el mundo funerario… Tenemos que apostar por la investigación y por la difusión del conocimiento.
Este legado nos tiene que llevar necesariamente en volandas a un mundo de posibilidades para las generaciones venideras. Para eso ya inauguramos el Centro de Interpretación de Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña de Gran Canaria, el Centro de Gestión se pondrá en marchas en breves fechas, y la neocueva antes de final de año. Pero tenemos que seguir trabajando para disponer cuanto antes de una Fundación que nos permita agilizar y coordinar el espacio (compatibilizándolo con nuestra Reserva de la Biosfera), diseñar un centro de visitantes para el futuro, realizar un inventario patrimonial general y también de los yacimientos arqueológicos, estudiar su capacidad de carga para hacerlo compatible con un turismo cultural y sostenible, proponer acciones frente al cambio climático, incentivar la economía local para fijar la población al territorio, crear un plan específico para la prevención de incendios, planificar una estrategia que garantice los recursos hídricos que se necesitan, seguir avanzando en la participación ciudadana y en la implicación de la sociedad civil… Para profundizar en nuestro pasado, pero también para conseguir que genere atractivos económicos sostenibles ligados al paisaje, el patrimonio cultural, los usos y actividades tradicionales, los celajes de nuestras cumbres que ofrecen posibilidades enormes para el turismo de las estrellas…
El sitio está concebido y solo puede entenderse en términos de su visión cosmológica. Este carácter singular determina la configuración de un hábitat troglodita único y de sitios ceremoniales presididos por impresionantes sucesos geológicos naturales, cuyos elementos más básicos se han conservado intactos hasta nuestros días. El carácter complejo de los marcadores astronómicos, en particular Risco Caído y Roque Bentayga, constituyen un hito sin precedentes en las antiguas culturas insulares. Su excepcional valor radica en cómo una sociedad proto-estatal, aislada y con tecnología muy limitada, pudo alcanzar un conocimiento tan avanzado de la astronomía como el expresado en su calendario y en cómo trataba con conceptos astronómicos abstractos como son los equinoccios. El santuario y marcador astronómico de Risco Caído representa una obra maestra arquitectónica. Única, tanto por su diseño como por su operatividad. Los elementos estructurales y simbólicos que contiene son originales. Este sitio puede y debe ser visto como un fenómeno exclusivo y extraordinario en la evolución de la arquitectura de roca de los primeros habitantes de la isla y como un innovador marcador que encarna la cosmología antigua y el simbolismo sagrado en el contexto de las antiguas culturas insulares de nuestro planeta.
Estoy seguro de que entienden ahora mejor la importancia del papel que juega nuestro bagaje cultural en la consideración y la autoestima de un pueblo atlántico y tricontinental como el nuestro, que quiere ganar el siglo XXI. Vivimos Risco Caído y nuestras montañas sagradas como una joya que tenemos la obligación de preservar y ofrecer a la Humanidad para que investigue, conozca y disfrute con estas señas únicas de la evolución de esta misma Humanidad. Gran Canaria abierta y solidaria con la historia de la civilización.
Estas maravillas no son una mercancía. Son rastros de nuestro ADN que el esfuerzo de algunos investigadores, el respeto de sus vecinos y la confluencia de los astros nos han permitido rescatar y llegar a tiempo de sellar el compromiso de que lo valore y proteja la humanidad. Deseamos contribuir humilde, pero firmemente, a que la cultura de los antiguos canarios de Gran Canaria y, por extensión, de Canarias se afiance como nuevo paradigma mundial de las culturas del pasado en el planeta. Por su excepcionalidad y por el papel que tuvo en alguno de los grandes contextos de la historia mundial como en la expansión de las grandes civilizaciones mediterráneas y en la expansión europea con la conquista de las islas.
La economía internacional se diversifica, eso es un hecho, y los sectores se van especializando. Por este motivo Gran Canaria debe ir más allá del tradicional turismo de masas que busca sol y playa, la base de nuestra industria turística, y proponer alternativas basadas en un turismo ecológico, el turismo verde, el turismo cultural, el deportivo, el gastronómico, el agroturismo, el arqueoturismo, el astroturismo y muchas otras variables sostenibles que deben ser un reclamo para un público potencial, cada vez más exigente con la preservación del medio. Sin renunciar, por supuesto, al atractivo de nuestras playas, de nuestro sol, de nuestro clima, de nuestra experiencia en el sector… Ese es el modelo de ecoísla que defendemos.
Esta isla nuestra posee espacios privilegiados que nos permiten ofrecer alternativas desde imponentes escenarios naturales y culturales como los que jalonan la Reserva de la Biosfera (el 46% del territorio insular, más de 100.000 hectáreas protegidas, 65.000 terrestres y 35.000 marinas) y los entornos de la Caldera de Tejeda. Gran Canaria dispone de unas condiciones extraordinarias para hacer valer unas características ambientales únicas. Y las tiene que hacer valer. En muy pocos lugares del planeta encontramos tal conjunción de excepcionales recursos naturales y culturales. Estos factores refuerzan, sin duda, las cualidades y oportunidades para el desarrollo de nuevas formas de turismo del conocimiento, respetuoso con la cultura y el territorio.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Generaciones Futuras afirma que las personas pertenecientes a las generaciones venideras tienen derecho a una tierra indemne y no contaminada y a disfrutar de esta Tierra que es el soporte de la historia de la humanidad, de la cultura y de los lazos sociales, lo que asegura a cada generación y a cada persona su pertenencia a la gran familia humana. Estamos pues, ante el desafío de conservar el legado de los primeros pobladores isleños para las generaciones presentes y futuras y ante el apasionante reto de abrir nuevas e imaginativas vías de desarrollo local basadas en el turismo sostenible. Los territorios insulares, espacios atrapados entre el cielo y el mar, han sido siempre, desde la más remota antigüedad, lugares de encuentro entre culturas, crisoles de diálogo y espacios de paz.
Los antiguos grancanarios y grancanarias parecían ser conscientes de ello y de que algún día su presencia y su obra se iban a convertir en un extraordinario legado de futuro. Nos han hecho un precioso regalo.
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