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En defensa del 'fair play'

Yolanda Mendoza

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La práctica del deporte en nuestras islas cada vez es más habitual. Nuestra juventud complementa sus estudios, formación o trabajo con alguna modalidad deportiva. Con ello, no solo se promueven hábitos de vida saludable, sino que se fomentan los valores: la disciplina, el trabajo en equipo, el sacrificio o el sentimiento de pertenencia a un club o grupo deportivo.

Las normas de convivencia, el fair play, caracteriza el buen uso de las instalaciones o el cumplimiento del reglamento de cualquier disciplina deportiva. Por este motivo, trasladé al Gobierno en el pasado Pleno del Parlamento, la necesidad de un plan de prevención de violencia en el deporte base.

El juego, y el propio campo en el que se desarrolla la actividad deportiva, constituye un hábitat que refleja, no solo esos valores, sino lo que somos, como individuos y como sociedad, y también conceptos que dejan de ser intelectualmente abstractos para cobrar forma y tener voz propia.

En muchas ocasiones, lo que se dice en estas instalaciones deportivas, desenmascaran a muchos individuos que en otros ámbitos tendrían otros comportamientos bastante alejados de los que muestran aquí. Utilizando palabras que, en ningún caso, son neutras, sino que reflejan, de una manera profunda, su forma de pensar y de comportarse en sociedad.

En esas ocasiones, el resultado del partido o la superación de marcas personales, lamentablemente no son los protagonistas. Vemos cómo son las situaciones de violencia deportiva, incluso hasta en el deporte base, las que acaparan todas las noticias en los medios escritos, digitales, televisivos o vídeos viralizados en las redes sociales.

Sí, la existencia de paneles informativos que promocionan el juego limpio fuera y dentro del campo abundan en las instalaciones deportivas, pero no todas estas personas dedican tiempo a su lectura. ¿Qué se dice desde las gradas? ¿Qué se grita a jugadoras y árbitras? ¿Qué no se dice de jugadores y árbitros?

Las personas que entrenan en las diferentes disciplinas deportivas aplican las normas de juego limpio en sus sesiones incesantemente, crean un sentimiento de equipo y, además, ayudan a toda nuestra base a sentir que el esfuerzo tiene su recompensa: la de superación personal y deportiva. Son esos monitores y monitoras las que no permiten la violencia entre sus propias jugadoras y jugadores, y las que aplican también la penalización que corresponde si se producen esas actitudes violentas.

En el otro extremo se encuentra la afición. Los que animamos o asistimos a los partidos de cualquier disciplina deportiva para disfrutar de nuestra base, de nuestro futuro deportivo, y que somos testigos de algunas actitudes beligerantes hacia jugadores y jugadoras por parte de una pequeña parte del público asistente, con insultos y agresiones físicas que lo único que provocan es empañar el juego limpio de los jugadores o jugadoras, con suspensiones de partidos y creando frustración en nuestra base deportiva.

Un panorama que empeora aún más cuando el equipo arbitral está compuesto por mujeres, y cuando algunos intregrantes del equipo rival son extranjeros o extranjeras, ya que se suman actitudes machistas y xenófobas.

No debemos olvidar que en el deporte base juegan niños, niñas y adolescentes, siendo testigos de todo lo contrario al juego limpio que le inculcan sus monitores o monitoras y de la propia naturaleza de la práctica deportiva.

Niñas y niños que se sienten desorientados al ver cómo el comportamiento en el campo poco o nada tiene que ver, muchas veces, con lo que les intentan enseñar sus monitoras y monitores, o los valores que aprenden en sus centros educativos.

Hace poco fuimos testigos del comportamiento de un joven jugador de un equipo que, a pesar de su temprana edad, llamaba la atención al público por la agressión a una árbitra en un partido de fútbol. Y son quizás esas actitudes las que nos hacen mantener la esperanza. La esperanza de un presente más igualitario. Más deportivo. De un presente en el que haya, realmente, fair play de igualdad. En el campo y fuera de él.

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