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Una economía de charcutería fina venida a menos

Carlos Castañosa

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En el expositor de un establecimiento al uso se muestran productos ibéricos, pata negra, de alta calidad y buen precio. Pero al lado hay colgadas abundantes ristras de chorizos en mal estado; bloques de mortadela barata para bocadillos de clientelismo electoralista; ingredientes sospechosos en butifarras de repelente denominación de origen; montones de chacina residual mal apilada con aspecto repulsivo; restos de fétida casquería propia de administradores corruptos en un negocio que no funciona, a pesar de la magnífica oferta de ibéricos gourmet. ¿Cómo no va a tener pérdidas tan desastroso comercio? ¿Quién va a comprar en un puesto maloliente aunque lo bueno esté envasado al vacío? ¿Cómo sus gestores van a pedir un crédito para remontar, si los prestamistas los reconocen como unos golfos que lo dilapidan todo?

Pasamos de la imagen simbólica a la vida real.

Mal pinta esto, por la situación caótica de emergencia con varios frentes activos y la inquietante perspectiva de futuro inmediato ante la necesaria rehabilitación social, a través de la recuperación racional y eficaz de una economía destrozada, que tiene en vilo a esta población “ibérica” machacada.

Los augurios son preocupantes, pues si todo lo que toca la política se contamina y se descompone, la economía “doméstica” manejada con criterios políticos no es excepción. ¿Qué explicación tienen las penurias que se avecinan? La única plausible es, por desgracia, la aplicación prioritaria a intereses personales o de partido, lejos de las necesidades reales del pueblo al que se ha jurado servir.

Entramparse en préstamos que hay que devolver con intereses, porque no se sabe llegar a fin de mes, no resuelve el problema. Antes bien lo agrava hacia un callejón sin salida. El despilfarro oficial, millonario, sistemático e impune, no hay “familia” que lo resista. Si no se ataja en algún punto de inflexión a la inversa, la ruina se hace crónica.

Nos hemos pasado varias estaciones, ensimismados, complacientes y adormilados, sin apearnos de un tren de vida en marcha que puede descarrilar por un mal cambio de agujas imprevisto y peor resuelto, con todos nosotros dentro.

Sin alarmismos ni acritud, trasladamos el símil de la economía doméstica a la gestión de caudales públicos, para encontrarnos con cifras macroeconómicas escandalosas.

Conviene cautela y ponderación a la hora de analizarlo. Pero hay que ser realistas para localizar la responsabilidad de quienes administran el negocio de charcutería cutre con fondos públicos; al tiempo que debemos asumir nuestra propia culpa de votantes por haberlo permitido… quizá desde la buena fe, pero con una torpeza infinita.

¿Es viable nuestro flamante Estado de las Autonomías? ¿Es razonable una estructura política con 17 parlamentos, un senado abarrotado, 8000 ayuntamientos, 450.000 cargos públicos, que arrastran además una carísima multitud de asesores, direcciones o gerencias artificiales y parientes enchufados al más puro estilo tercermundista? ¿Con qué cara se puede solicitar ayuda financiera a una Unión Europea que nos mira de reojo por nuestra ostentosa flota de 40.000 coches oficiales de alta gama, con rítmica alternancia en el poder de los dos partidos más corruptos de nuestra historia?

Somos la risión de nuestros socios europeos; conscientes de que nos desprecian por paletos. Tenemos un Rolls chapado en oro, que no pasaría la ITV y sin pasta para gasolina. ¿Les pedimos algo que tengan suelto para poder llenar el depósito?...

Este discurso podría considerarse políticamente incorrecto porque, al parecer, uno de los puntos reivindicativos de la nueva extrema derecha denosta el Estado de las Autonomías en términos inconstitucionales. Solo aclarar que desde este rincón de opinión libre, como así consta en el blog de referencia, desde hace bastantes años, antes de la irrupción de Vox, en varios artículos se trató la ruina económica que supone tamaño disparate en un país que no es precisamente el más rico del mundo. Al tiempo que se criticaba la ineficacia y falta de operatividad por las múltiples competencias transferidas sobre una misma área. Gobierno Central, autonómicos, cabildos o diputaciones, ayuntamientos y otros organismos autónomos, cuya injerencia simultánea implica una burocracia farragosa, a veces contradictoria en una gestión alborotada sobre determinada área de gobierno, para obtener el triste resultado de que nada funciona. Léase la debacle sanitaria montada con la pandemia, porque la mejor sanidad del mundo no estaba centralizada.

Cuando esto haya pasado, nos enfrentaremos a una grave crisis económica. Europa no nos adelantará pasta si no rectificamos. Quizá nos salven imponiendo una reducción reseñable de nuestro impresentable gasto público para poder prestarnos un dinero intervenido, vigilado y controlado por los países civilizados de allá arriba, donde no existen malversación de caudales públicos ni corrupción política.

Preocupa que quienes tienen que tomar las medidas correctoras hacia la austeridad requerida de inmediato, son los primeros interesados en que nada cambie. Se ha comprobado cómo en situación de emergencia, con la población angustiada por la reducción de ingresos, la pérdida masiva de puestos de trabajo y multitud de familias en riesgo de pobreza extrema, ellos son los únicos que conservan intactos sus sustanciosos emolumentos, en algún caso hasta se los han subido, y siguen cobrado con toda su caradura dietas de desplazamiento cuando no se pueden mover, de alojamiento aunque tienen que permanecer en su domicilio, de alimentación pero comen en casa… Son los “cantimpalos” defectuosos colgados en la charcutería barata los que nos tienen que solucionar el problema. Los mismos abusadores desalmados que anuncian nuevos impuestos y congelar pensiones; pero sus ingresos no se tocan. Quizá Bruselas y los hombres de negro les obliguen a una decencia forzosa.

Algo tiene que cambiar en un país que tiene el gobierno más caro del mundo, con mayor número de ministros y vicepresidentes que ningún otro… Aunque una vuelta de tortilla, por visto lo visto en los otros, tampoco sería la solución.

Este artículo fue publicado en www.elrincondelbonzo.blogspot.com

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