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El escritor Tomás Rivero y su nuevo libro

Teo Mesa

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Con el título La irrelevancia y el obvioanálisis, nos presentó en días pasados su nueva creación de pensamiento razonado, el escritor Tomás Rivero (que también firma con el seudónimo Mario Simbio). Este presente volumen bibliográfico hace el séptimo ensayo de los libros que ha editado en su cotidiano quehacer diario. Es todo un logro más en su eficaz y fértil elaboración en su ya suma literaria de cuantioso mérito. Son las pensadas escrituras que lleva a efecto en diaria vocación desde hace años, desde que sus obligaciones labores ineludibles para los compromisos con la vida se lo han permitido.

Rivero es un pensador que transmite esos razonamientos subjetivados bajo una enjundiosa retórica, con un singular discurso en los contenidos expuestos y elegidos por las preocupaciones que aturden su mente y en relación con la humanidad. A pesar de esta obligación personal autoimpuesta en su libre y entusiasta predisposición y aptitud para la escritura, alega y se tilda de no ser escritor, ya que para él, en su valorada modestia e incredulidad hacia los valores personales, no se profesa como tal literato. El creador que llevaba en sus recónditos adentros salió al fin a la luz, y mediante este lenguaje escritural se expresa. Él aduce ser un reflexivo ignorante.

La personalidad y el pensamiento de Mario Simbio quedan transcritas en el fondo y en la insólita forma en este presente contenido bibliográfico, con el obvioanálisis (como lo teoriza originalmente) del ego más íntimo de su autor, aunque dentro de unos parámetros intrínsecos en sus apreciaciones, que podemos compartir o no en sus calificaciones: sus fantasmas, repudios, rechazos, sistemas dominante, aberraciones estatales, incomprensiones, dudas, etc., que se han correspondido con las pautas programadas en los seres humanos ante la sociedad y hacia los métodos establecidos.

El escritor se revela ser un ácrata en las maneras y formas de pensar en relación con los demás congéneres comunes, pero no así en su comportamiento –social y empresarial–, el cual se corresponde y se ha concernido a la legalidad vigente y la ordenanza predeterminada. Rechaza bajo su libre criterio, todo lo académico y todo lo normalizado por las órdenes sociales dirigidas a la gran mayoría impensante; y contra quienes imponen sus leyes a toda la sociedad y numerosos obstáculos a los librepensantes. Desea evolucionar en la convivencia social, refutando las irracionales órdenes burocráticas imperantes, y frente a las normas académicas que son dictadas por las mentes caducas, torpes y menos avanzadas. Aboga y practica la libre ideología o en el libertinaje de las mentes libertarias, no sometidas a reglas dictadas por otros. Es esta para el escritor, y así la concibe, como la ideal y convencida actitud ante la vida y frente a la misma grey, aborreciendo todo lo normalizado sin que sea prejuzgado en su conveniencia individual.

En los temas tratados en la facundia de este libro, nos pone en sobre aviso y trata de convencernos de que todo es “irrelevante” bajo su peculiar espectro en las formas de entender y razonar la existencia de los seres humanos en el entorno que habitamos y por los cuales maniatan nuestro raciocinio, en la presunta organización a la que nos somete el Estado en animadversión (al cual, sin menosprecio, los escribe en su explícita razón, en minúsculas en todos los argumentos expositivos del libro). Para él y bajo sus tesis expuestas, nada es “relevante” en nuestro entorno, todo es origen de las mentes sometidas, de la irracionalidad del hombre obediente y manejable por tantas influencias externas programadas por la oficialidad. Para Rivero, el hombre es un ser voluble que, con ánimo de explicar culturalmente de todo lo existente lo abigarra aún más, con lo fácil que le supone hacerlo con sencillas asimilaciones y definiciones a su vida, bajo un mandato natural, y por el simple hecho de discernir en todo lo establecido en la colectividad.

La complejidad de todo lo existente o el embrollo a que somete la simple existencia, alejada, extraña y ajena a un vivir más acorde con su individual razón y propia naturaleza y con el entorno donde tiene la razón de su hábitat, desarrolla y transcurre su pasar momentáneo por este solar que la naturaleza le ha prestado para que se desenvuelva vivamente. Pero a la sociedad y sus inicuos dominantes le han impuesto un canon a su nulidad mental, y bajo una actitud conductual programada, si en ella desea pervivir, y en la que debe batirse en las lides sociales con los supuestos enemigos congéneres, en un distinto pensar a la mayoría. Tendrá que pugnar contra el sistema instituido por los sesudos que predican los valores sociales, contrariados estos con el mismo ser natural, contra la naturaleza, y bajo la sinrazón de las competiciones que asigna la propia sociedad a sus moradores. La vida para el escritor Tomás Rivero –Mario Simbio–, pertenece al gremio de los mínimos “coincidentes” pensantes, según sus deducciones programáticas.

Subyugado por la estupidez que caracteriza al homo sapiens en todas sus acciones ante la vida y su conducta, el ser humano se siente más importante de lo que realmente es: un ser irrelevante con una muy diminuta e intrascendente finitud de sus vidas, que nada ocupa y tiene ninguna significación en la naturaleza donde existe, y mucho menos en el espacio sideral. De ahí su cortedad mental para entenderlo y ponerlo en práctica razonadamente. Quien tampoco lo desea por su soberana mentecatez. Los obvioanalistas son los coincidentes en muchas de sus percepciones, aunque sean antagónicos con los irrelevantes.

Analiza Rivero, en su teórica ‘filosofía’ razonada del intelecto desde sus sistematizaciones agnósticas, la irrelevante vida del humano, la existencia, el sobrevivir, las acciones y postulados de los seres vinculados a la sociedad general, la sobrevivencia y sus connotaciones transversales para desear superarla. Obvioanaliza los cambios emocionales e intelectuales de toda la grey, a la que estamos abocados por nuestras caducas vidas a desaparecer sin dejar rastro en la infinitud de nuestra galaxia o del planeta que habitamos efímeramente. Puntualiza en la figura del individuo, sus pensamientos o al ser no pensante, sus premisas ante la colectividad y el rol vivencial como ente sapiente que tiene opinión y que tiene la obligación de manifestarla, aunque vaya esta en contrariedad con el común manipulado por la jerarquía dominante, y en la aceptación por parte de este, de todo lo impuesto por el régimen maniqueista que nos teledirige.

En este panorama tiene el estado –en minúscula– o los poderes fácticos, que son quienes les traza su (no)pensar y sus sistematizados y extensivos gustos y modas sociales al uso, en el ocio y en su catalogación comportamental. Cuanto menos se piense o se razone, bastante mejor para las clases dominantes, que directa o indirectamente mueven los cordeles de las sociedades en el universo. En definitiva, es otra forma de marcar en la homogeneidad y todo un paralelismo en los seres humanos, en un sinsentido sin ideologías manifiestas –pero ocultas, en símil con los totalitarismos–, pero que sin que se note su intervencionismo, a toda la sociedad subyugada a sus intereses espurios y caprichos regulados. Este maniqueo, lo define el escritor Tomás Rivero, permanece intrínseco, velado, tanto en el sistema de enseñanza oficializado, el cual describe en “Las caras de la enseñanza oficial”, y que son subrepticiamente infundidos por los gobiernos de turno de nuestro país y de otros muchos.

El estado, analiza el escritor, es un eficaz cribador de mentes inteligentes por naturaleza, y estos deben seguir al pie de la letra las directrices de las propuestas filibusteras del sistema establecido en la estructura estatal piramidal por ellos definida. En este menester educa “gratuitamente” a sus jóvenes congéneres y futuros irrevelantes del pensamiento lógico, particular e individualizado por la brutalidad mental adquirida irremisiblemente a los que somete, creando en ellos una idealización subliminada. La adaptación mental de los jóvenes y futuras generaciones queda al albur del sistema controlado, en el que desarrollará su etnia social y su cultura. Pertenecerá a la colectividad administrada, conductual, adocenada, generada por los dictados del sistema establecido o de los predios cognitivos integrados a los deseos estipulados por los hilos del poder.

Como es habitual en el oficio experimental y formas en la retórica escritural de Rivero, nos presenta unos abigarrados y candentes temas que analiza y nos presenta desde su entendimiento y prisma reflexivo. En sus argumentos expuestos y mentados por el escritor, nos invita a que pensemos en ellos y comulguemos con sus reflexiones, sin ánimo ideólogo. Contiene en sus páginas una serie de vocablos cultos, y otros, que son extraños a los términos que domina el lenguaje de la RAE, que han sido ‘creados’ por la agudeza especulativa originada en su intelecto. Usa de forma continuada los giros gramaticales en los vocablos con los que expresa sus temas. Temas que son de cortos contenidos en sus descripciones, y que tienen parentesco con la ciencia de la psicología.

Este no es un libro de fácil lectura, ni para todos los lectores (precisamente por lo que critica en sus obvioanálisis), pertenece al ensayo de leyenda reconcentrada, reflexiva, de poner los cinco sentidos en lo escrito, la cual requiere ser asimilada en su compleja lectura, que debe ser pausada y leída en unos momentos precisos y adecuados.

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