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Francisco Fernández de Béthencourt, 100 años de un adiós

Francisco Fernández de Béthencourt

Fernando D.Rossi Delgado*

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Encabezado por el que fuera obispo de Madrid-Alcalá, José María Salvador y Barrera, acompañado por el Director de la Real Academia Española Antonio Maura y Montaner y el entonces Secretario de la de Historia Juan Pérez de Guzmán y Gallo, la comitiva de la que también formaron parte sus amigos el Conde de Romilla y José de Roda y su sobrino Antonio Domínguez y Fernández de Béthencourt[i], llega al madrileño cementerio de San Justo, uno de cuyos nichos, sin la relevancia que el personaje se merece, contiene los restos de Francisco Fernández de Béthencourt desde el lunes 3 de abril de 1916, a la mañana siguiente de su fallecimiento.

Francisco María de la Concepción Fernández de Béthencourt era descendiente de una familia sevillana, por el lado paterno, que llegó a Tenerife huyendo de los franceses que entraban en la ciudad hispalense en plena guerra de la independencia. Él, sin embargo, nació el 27 de julio de 1850 en la lanzaroteña calle de El Sol, Arrecife, a donde había llegado su padre don Francisco-Ramón Fernández-Martínez y Delgado por su profesión de marino mercante y donde contrajo matrimonio el 24 de junio de 1847 con doña María de la Concepción de Bethencourt y Mújica. Duró poco su estancia en la isla y pronto se trasladó la familia a la ciudad de San Cristóbal de La Laguna.

En apenas 66 años, Francisco […] Fernández de Bethencourt demostró una inquietud cultural y política casi sin límites que le llevó desde muy joven a involucrarse en numerosos proyectos.

Tras abandonar los estudios eclesiásticos, para lo que había sido internado en el seminario conciliar de la Purísima Concepción de Las Palmas[ii], inicia la carrera de Derecho en Tenerife que terminará más tarde en Madrid en la Universidad Central. Su tiempo y su empeño lo dedicó muy pronto a labores periodísticas y de investigación, que le llevaron a fundar el breve periódico La Lealtad y a iniciar su labor investigadora que le llevó a ser una de las principales personalidades en el mundo de la genealogía y la heráldica y, en cualquier caso, su regenerador.

De gran memoria, su interés fue capaz de abarcar más allá de la materia por el que es universalmente conocido y cultivó también la poesía en la ya manifiesta su inclinación por los temas nobiliarios; de hecho su primera obra conocida, posterior a su ingreso en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife que se produjo a la edad de 19 años, el 11 de julio de 1870, el poemario Recuerdos y Esperanzas, de 1872, está dedicado a la familia Borbón. Tampoco olvidó el enaltecimiento de los grandes personajes de la literatura, como fue el caso de Cervantes al que dedicó Apuntes para el elogio a Miguel de Cervantes en 1874. Justo lo mismo que este año se está haciendo en numerosos lugares coincidiendo con el cuarto centenario de su fallecimiento.

La política fue otra de sus pasiones, y no era desconocida su capacidad para la oratoria, que le llevó a representar a Canarias en las Cortes Generales como diputado o como senador. En las elecciones del 1 de febrero de 1891 resultó elegido diputado por el distrito de Santa Cruz de Tenerife con 10.109 votos. En las legislaturas 1903-1904 y 1904-1905 ocupó escaño en el Senado en representación de Canarias.

Pero su verdadera pasión fue siempre el estudio de la genealogía y la heráldica de las grandes familias de España, cuyo primer ejemplo es el Nobiliario y Blasón de Canarias editado entre los años 1878 y 1886 en siete tomos.

Numerosas obras, periódicas o específicas, sobre la materia le siguieron, como los Anales de la Nobleza de España entre 1880 y 1890 o el Anuario de la Nobleza de España entre 1908 y 1917, éste último póstumo, que el autor siempre mantuvo que no era una continuación de los antiguos Anales. También dedicó su atención a apellidos específicos, como es el caso de Los Battenberg que en el número 19.940 del diario La Época del 1 de febrero de 1906, o los Hauke publicado en el mismo diario el 22 de marzo de 1906, en su edición 19.983.

Aunque atendió numerosas consultas particulares, como la que le realizó la duquesa de Talavera de la Reina Dª María Luisa de Silva y Fernández de Henestrosa[iii], su principal e inconclusa obra fue la La Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española, Casa Real y Grandes de España, publicada en 10 tomos entre 1897 y 1920[iv]. Esta obra le abrió definitivamente las puertas de la Real Academia de la Historia, a la que accedió el 29 de junio de 1900 con la lectura del discurso La Genealogía y la Heráldica en la Historia.

Acceder a una Real Academia constituye siempre una forma de homenaje y distinción, como lo fue su entrada en la Real Academia Española el 10 de mayo de 1914, algo más de un año antes de su fallecimiento. No fueron éstos los únicos reconocimientos que recibió en vida, también fue Miembro Correspondiente de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras y de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba. Fuera de las fronteras españolas se le nombró Miembro Honorario de la Academia Imperial y Real de Adler de Viena, Presidente de Honor del Consejo Heráldico de Francia, y en Italia alcanzó el honor de ser Miembro Honorario de la Real Academia Heráldica de Pisa y Presidente de Honor del Collegio Araldico di Roma. Con anterioridad, el 17 de julio de 1895 S.M. la reina regente Doña María Cristina, en nombre de su hijo S.M. Alfonso XIII, le había concedido el privilegio de nombrarlo gentil hombre de cámara con ejercicio.

Con mucho trabajo por hacer, las once de la noche del 2 de abril de 1916 marcó el inicio del centenario de un fallecimiento que durante el 2016 conmemoramos. Impulsado desde Canarias, distintas instituciones y entidades, nacionales e internacionales, han propiciado o se han adherido a la celebración del 2016, Año Genealógico Francisco Fernández de Bethencourt (1850-1916), con el que se quiere recordar y destacar la valía de un personaje, y de su obra, que supo sobresalir en lo que le gustaba sin relegar la defensa de su tierra y que hoy, desde hace cien años, descansa en un olvidado rincón del cementerio madrileño de San Justo esperando, tal vez, que un día pueda hacerlo para siempre en Canarias, en lo que sería, entonces sí, su último viaje sin mareo.

* Fernando D.Rossi Delgado es el presidente de la Sociedad de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias

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