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El fuego que alumbró la fragilidad de nuestro sistema de vida

Luis Navarro

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¿Vieron? ¿Vieron qué frágiles somos? Una simple chispa enciende un incontrolable caos y todas con las manos en la cabeza, angustiados, alborotados, sin saber realmente qué hacer y exigiendo responsabilidades a diestro y siniestro, sin fundamento ninguno. Por hablar, por decir algo, por desahogarnos.

Este incendio no es nada, la puntita del iceberg. Es la cara visible, a día de hoy, de la dejadez social en cuanto a temas ambientales que existe en esta isla y en la mayor parte del mundo. Es la ignorancia en datos, que hace que en pocos días se recojan 235.000 firmas para una base permanente de hidroaviones en Canarias. El desarrollo tecnológico nos ha embobado y lo creemos todopoderoso, como pasaba antaño, y por desgracia hoy, con los dioses de las diferentes religiones. La naturaleza no entiende de eso, nunca lo ha hecho, ni lo hará. La vida tiene otras normas. Son muchas y muy complejas. Todo influye y nada sale gratis.

Esta catástrofe es repetible en otras islas y, por supuesto, en otras partes del mundo. En Siberia hay un incendio desde el 26 de julio y va por más de 3 millones de hectáreas. Toda Gran Canaria tiene 156.000 hectáreas. También, como seguro que ya saben, hay otro fuego quemando el lugar más biodiverso que tenemos en el planeta, el Amazonas, para el que la cumbre del G7 ha destinado 18 millones de euros…me suena más a insulto que a ayuda. ¡Y África también arde! Pero quizás sea porque lo lleva haciendo tanto tiempo, metafóricamente hablando, que no nos resultan relevantes sus incendios actuales. Creo que cualquiera puede darse cuenta de la problemática ambiental analizando estas noticias, o bañándose en cualquiera de nuestras playas, contaminadas por plásticos, piche o materia orgánica en exceso, por poner un caso cercano.

Las desgracias no vendrán solamente con los incendios. Si vienen, por ejemplo, lluvias fuertes, realmente fuertes y duraderas, es muy probable que las zonas de costa, modificadas e impermeabilizadas a más no poder, se vean gravemente afectadas, rompiendo y arrastrando al mar todo tipo de materiales, con todo lo que ello conlleva, ayudando a contaminar un poquito más el mar de Canarias, el océano atlántico y el resto del mundo. Cosas de la natura, que lo conecta todo.

Así que, si realmente nos preocupa Gran Canaria y nos preocupa la calidad de nuestras vidas, de los que están llegando y quedan por venir, creo que debemos empezar a entender cómo funciona la naturaleza, el sistema Tierra. Por lo menos lo más básico: necesitamos de un aire, agua y alimento con la mayor calidad posible y eso va directamente relacionado con nuestros hábitos de consumo, que determinan el uso que hacemos de los recursos, influyendo sobre el aire, agua y alimento. El resto, nuestras aficiones, caprichos y demás, son totalmente innecesarios y, en la mayoría de los casos, contraproducentes. Es así, una putada, pero es así.

La situación es dramática, no solo por el incendio, sino, más bien, por la gente que habita aquí, por el uso que hacen de la naturaleza, por el futuro que irremediablemente les espera. Gran Canaria es un reflejo del mundo enfermizo que nos contamina a través de los medios de comunicación con ráfagas de información sin rigor, tremendamente manipuladas y contradictorias, provocando así que no tengamos pensamiento crítico, ni libertad de pensamiento, y demostrando la fragilidad humana, la fragilidad del sistema que hemos establecido.

Sinceramente, no tengo mucha esperanza en que logremos solucionar el problema. Creo, desde hace mucho tiempo y cada vez más, que estamos condenados a vernos desaparecer más pronto que tarde. Pero no por ello pienso que no debamos hacer lo que nos dicta la lógica, más que sea por intentarlo, por vivir haciendo lo que creemos correcto. Y no, no es que opines que no es así, que creas que no estamos tan mal. En realidad, la verdad es una y no entiende ni de derechas, ni de izquierdas, ni de banderas, ni de fronteras. De lo que entiende la verdad es de cómo funciona el planeta y eso no es ningún secreto ni atiende a opiniones, solo a hechos.

La situación es clara: el planeta tiene unos recursos limitados y nosotros los estamos usando de una forma irracional, lo que perjudica a toda la población, incluso a los más poderosos, lo que me hace pensar que le hemos dado el poder a personas enfermas (sí, literalmente enfermos mentales), que al fin y al cabo representan a la población, incapaz, también, de pensar con racionalidad. A estas alturas todos debemos (o deberíamos) saber que, dentro de la historia de la Tierra, no hablemos ya del universo, estamos más cerca de no ser nada que de ser algo. Es decir, si mañana desapareciéramos no pasaría nada, absolutamente nada.

Ser egoístas, pensar en nosotros mismos más que nunca, eso, quizás, nos hará razonables. Me explico; pensar que para vivir mejor necesito un mejor aire, una mejor agua y una mejor comida y “luchar” por ello. Tener más tiempo “libre” para discurrir y discutir qué está bien y qué no. Si fuéramos realmente racionales no deberíamos siquiera precisar de leyes estrictas, la lógica y el sentido común resuelve todas las dudas y problemas. Tampoco creo que haya que dedicarse a competir tan absurdamente como hacemos a día de hoy para decir: “mira qué aire más sano respiro, o qué agua más limpia bebo”. La naturaleza compite de forma excepcional, lo normal es que coopere, esto optimiza la energía y, con ello, los recursos.

Es complejo y chocante, es normal. Nos hemos creído superiores y ahora que la lotería que nos ha tocado y toca gestionar, que tantos privilegios nos ha dado, se agota, tenemos que optimizar. Este reto, el de optimizar recursos, debería ser la mayor de las motivaciones, lo que nos haga sentir realmente orgullosos como especie.

Son muchos los frentes abiertos, pero lo que más complicado veo es que la población se dé cuenta del problema, salga de su estado de aletargamiento y comience a pensar con racionalidad por ella misma, pensando realmente lo que se le dice o se le deja de decir y siendo capaz de proponer, de forma organizada, con criterios técnicos contrastados y un pensamiento a largo plazo, medidas que vayan caminando hacia un nuevo sistema de vida, que vaya desde lo local a lo global. Creo que es tremendamente difícil y, como dije, no confío en que lleguemos a tiempo, pero el mero hecho de intentarlo debería ser la motivación que nos impulse a ello.

Azaenegue naturalistas

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