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La libertad del liberticida

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España se ha convertido en el cuarto país de Europa y el séptimo del mundo en aprobar la eutanasia. En el Congreso de los Diputados solo se opusieron Vox y el Partido Popular. 

Es curioso que siempre sea la derecha más recalcitrante la que se opone a las leyes de libertades y avances sociales. Esto suele ocurrir porque anteponen sus convicciones religiosas a los intereses generales de la sociedad. 

Hay que recordar que también fue la derecha más reaccionaría de España la que se opuso a la ley de matrimonios homosexuales de Zapatero y López Aguilar. El PP recurrió al Tribunal Constitucional pero, mientras, Javier Maroto se casó con su novio de toda la vida y a la boda asistieron Mariano Rajoy, Cospedal y otros dirigentes del partido. Puro cinismo. 

En la transición española la derecha más troglodita se opuso también a la ley del divorcio, aunque luego hipócritamente fueron sus miembros los primeros en divorciarse. 

Algo parecido ocurrió con la ley de interrupción voluntaria del embarazo o despenalización del aborto, aunque luego fueran a abortar las mujeres que se oponían a su legislación.

La derecha española cae mucho en estas contradicciones. Se opone a leyes de amplio consenso social sin argumentos sólidos pero luego, una vez aprobadas, sus miembros son los primeros en probarlas. Da la impresión de que solo lo hacen para fastidiar y llevar la contraria porque de lo contrario no utilizarían nunca una ley que han rechazado.

Es paradójico comprobar que los que más presumen de liberales y que tanto dicen que defienden las libertades son luego los primeros en cercenarlas.

Ninguna de estas leyes obliga a nadie a practicarla, solo a respetarlas. La ley del aborto no obliga a abortar, la ley del divorcio no obliga a divorciarse, la ley de matrimonios entre personas homosexuales o lesbianas no obliga a nadie a casarse con personas de su mismo sexo. Y por supuesto la ley recién aprobada de la eutanasia no obliga a nadie a morir voluntariamente.

Se trata solo de derechos y libertades ciudadanas. Cada uno tiene sus principios y no está obligado a incumplirlos. A nadie se le fuerza a ir en contra de su conciencia con estas leyes.

Estas leyes sociales solo amplían los derechos de los que quieran acogerse a ellos pero a nadie se le obliga a practicarlas. No se puede propugnar y reivindicar la libertad si no se cree en ella. 

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