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Mangas verdes

Cristóbal D. Peñate / Cristóbal D. Peñate

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Un vídeo nos ha recordado que el niño de Vecindario vestía una camiseta color teja con letras naranjas y un pantalón pirata de color beis-caqui, calzaba unas zapatillas deportivas blancas y doradas y sus gafas graduadas tenían montura azul y patillas amarillas. Esos datos, si se hubieran desvelado en los días siguientes a su desaparición, podrían haber sido útiles. La guardia civil asegura que no los divulgó antes para evitar las llamadas con pistas falsas. Podemos entenderlo. Lo que no se explica es su exagerada tardanza en revelarlos. A buenas horas, mangas verdes.

Si lo que la guardia civil quería decirnos es que no han olvidado a Yéremi y que siguen trabajando en ello, no hacía falta convocar a los periodistas para anunciarnos lo que ya sabíamos. Con una nota de prensa habría bastado. Nos lo habríamos creído sin necesidad de generar tanta parafernalia.

La puesta en escena se pareció más a la de esas estrategias mediáticas planificadas por los gabinetes de comunicación de los partidos políticos que a una comparecencia de los representantes de un cuerpo de seguridad.

Los datos de la ropa de Yéremi o los coches misteriosos que rondaron el solar anejo a su casa no son ahora, cinco años después, tan determinantes. Si no fueron capaces en su día de localizar un Opel Corsa blanco o un Renault Clío negro con una pegatina de una margarita en el reducido y limitado espacio de una isla, sería ingenuo pensar que un lustro después alguien pueda darles pistas trascendentes.

Lo que ha hecho la guardia civil ahora, quizá sin querer, es reconocer públicamente su impotencia e ineficacia en un caso que ha conmovido a tanta gente. Su propósito ahora es loable y plausible, pero llega tarde. Lo tenían que haber pensado antes y no cuando han pasado 1.821 días de la desaparición.

Podía haber pedido la colaboración ciudadana en 2007, cuando ocurrió la desaparición, y no en 2012, año en el que las esperanzas se han desvanecido casi por completo. Las decenas de llamadas y correos de hoy podían haber sido una avalancha hace cinco años.

En esta investigación ha habido muchos fallos y errores concatenados. El último, la propia rueda de prensa, aunque por desgracia para la familia del niño haya sido el menos importante.

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