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Neoliberalismo, ¿siempre ganarán los ricos?

Francisco Morote Costa

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¿Qué es el neoliberalismo? Lo explicaba diáfanamente en 2014 Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del planeta: “Hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra, y vamos ganandoestá haciendo esa guerra, y vamos ganando”.

Y sí, como en todas las guerras, en esta guerra de clases, promovida por los ricos según Warren Buffett, también se libraron muchas batallas que, en su inmensa mayoría, ganaron los ricos a los pobres, con la inestimable ayuda, claro está, de muchos organismos internacionales y gobiernos estatales, desde los tiempos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan hasta hoy.

¿Ejemplos?

Las reformas laborales, favorables para los ricos ( grandes empresarios y sus organizaciones) y desfavorables para los pobres ( trabajadores asalariados, y sus sindicatos); las reformas fiscales, beneficiosas para los ricos (grandes fortunas y macroempresas capitalistas) y perjudiciales para los pobres ( rentas del trabajo asalariado, autónomos, consumidores de las clases populares y medias, etcétera); las desregulaciones financieras y los rescates bancarios, favorables para los ricos (financieros y banqueros principalmente) y desfavorables para los pobres (clientes, usuarios y ciudadanos en general de la banca privada); las privatizaciones de empresas y de servicios públicos, con la sanidad a la cabeza, beneficiosas para los ricos (inversores capitalistas) y perjudiciales para los pobres ( trabajadores asalariados, clases populares y medias), amén de la libre circulación de capitales con fines especulativos, beneficiosa para los ricos (grandes inversores y especuladores) y perjudicial para los pobres ( trabajadores y hasta pueblos enteros de la periferia del sistema en Asia, América Latina y África), por no hablar de los mal llamados tratados de libre comercio, favorables para los ricos (empresas multinacionales sobre todo) y desfavorables para los pobres (trabajadores asalariados y clases populares y medias), las intocables guaridas fiscales para los ricos y toda clase de delincuentes, etcétera, etcétera...

Pero en ninguna parte está escrito que siempre tenga que ser así. Creo que el momento de cambiar las tornas ha llegado. La pandemia de la COVID-19 ha desnudado las miserias del neoliberalismo, ha puesto al descubierto sus debilidades y fallas. El desmantelamiento y la privatización de los servicios públicos, con la sanidad a la cabeza, la apuesta sistemática por lo privado frente a lo público, el cuidado de lo privado y el descuido de los público, cuando no la política de abandono y desprecio de los Trump, los Johnson y los Bolsonaro por la suerte de los pobres y de los más débiles en los momentos dramáticos de la pandemia, han puesto de relieve la necesidad perentoria para los pobres (trabajadores asalariados, clase populares e incluso clases medias) de recuperar el valor de lo público, empezando por una sanidad y unos servicios sociales públicos potentes, siguiendo por una educación pública en condiciones, unas reformas fiscales y laborales beneficiosas para los pobres (trabajadores y clases populares y medias) y una recuperación económica saludable que supere la falsa contradicción entre ecología y economía, poniendo lo ecológico, la salud del planeta descontaminado en primer lugar, y lo económico, la salud y el bienestar de la sociedad, en línea armónica con el primero a continuación.

En fin, si los pobres y otros grupos o clases sociales provisionalmente no pobres, que constituyen la inmensa mayoría de la humanidad, superando sus diferencias (el pueblo desunido, siempre será vencido) se unen en la lucha por recuperar lo público - sanidad, educación, servicios sociales, etcétera -, en el marco de una economía ecológica, saludable para la naturaleza y para la humanidad, las batallas que se libren de ahora en adelante podrán contarse como victorias, en lugar de como consabidas derrotas.

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