En las nubes

Muchos pensaron que aquellas elecciones de las cajas eran el sumun de la democracia interna en todo su esplendor. Exactamente igual que algunos descerebrados creyeron alguna vez que la denominada democracia orgánica de Franco era lo más parecido a la más pura y genuina democracia griega.

En realidad aquellas designaciones eran una lotería alocada y caótica. El sorteo de los representantes de las cajas era lo más parecido a la rifa de la verbena del lechón de Santa Brígida. El que se llevaba el cochinillo podía ser vegetariano. Dios daba sombrero a quien no tenía cabeza.

Así, por ejemplo, ahora hemos sabido que una profesora de ballet que tenía una modesta cuenta en la Caja de Ahorros del Mediterráneo, una de las muchas que se han ido a pique, fue en su día elegida (a través de un sorteo rocambolesco) para formar parte de la comisión de control de esa entidad, algo a todas luces alucinante si tenemos en cuenta que la tal bailarina sabía mucho de pasos de danza pero nada de números de contabilidad.

En la Caja de Canarias pasaba algo parecido o tres cuartos de lo mismo. Personas anónimas desfilaban por sorteo por la cúpula de la entidad de ahorros por el solo hecho de tener allí una cuenta corriente. Para muchos aquello era el paroxismo de la democracia, hasta que la debacle les ha hecho ver que estaban muy equivocados y que este cuento ya se acabó.

La democracia no funciona por sorteos como si fuera la loto. Una bailarina puede ser una ágil profesora de danza, pero eso no la habilita para controlar una caja, exactamente igual que un riguroso cajero no tiene que estar necesariamente capacitado para bailar 'La muerte del cisne' en el Alfredo Kraus.

Tenemos una democracia por sorteo y en este caso a Rajoy le ha tocado la lotería de la presidencia como podía haberle tocado ser el controlador de la Caja de Ahorro del Mediterráneo, aunque él hubiese preferido ser controlador aéreo porque siempre está en las nubes o en la luna de Valencia.