Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

¡Es la nueva transición, estúpido!

Rafael González Morera

Las Palmas de Gran Canaria —

Cuando muere el General Franco en noviembre de 1975 el objetivo primordial de los poderes fácticos, Ejército, Iglesia Católica, Banca, Jueces, era conseguir que la oposición democrática aceptara la vía de la reforma política y abandonara sus deseos de ruptura con las instituciones de la dictadura, y en eso se empeñó Adolfo Suárez con mucho fervor, y ayudado posteriormente por Felipe González y Santiago Carrillo, y todo el proceso contó desde el primer momento con el apoyo de los Estados Unidos y de la Alemania Federal cuyo canciller era en esos momentos Willy Brandt. La “trampa” de la reforma política de la transición consistió en que la oposición democrática renunciara a cualquier iniciativa de cuestionar la legitimidad de los derechos establecidos por la dictadura, y que se propiciara un pacto de silencio con el pasado y la aceptación de la monarquía juancarlista borbónica, a cambio de poder participar en el juego político orquestado desde arriba, con los antiguos poderes fácticos vigilantes.

Para lograr este objetivo fundamental el Régimen prolongado franquista buscó la descomposición, la división de la oposición democrática organizada en la formación denominada “Platajunta”, que fue el resultado de la fusión de la Junta Democrática de España y de la Plataforma de Convergencia Democrática. Pero el Régimen, con un trabajo muy inteligente de Adolfo Suárez, logró la división de los dos grupos en dos sectores: los reformistas, a la cabeza de los cuales se puso el PSOE de Felipe González y el PSP de Enrique Tierno Galván, lo democristianos liderados por Ruíz Giménez, y otros sectores afines al tardofranquismo. Costó más doblegar al Partido Comunista de España, y Santiago Carrillo tuvo tremendas tensiones dentro del Comité Central del partido cuya mayoría inicialmente se negaban a aceptar la reforma política, renunciar a la bandera republicana, y en definitiva aceptar la monarquía franquista/borbónica.

Recuerdo que en el Partido Comunista de Canarias/PCE se hicieron reuniones en las sedes de Prudencio Morales y Suárez Naranjo en las cuales José Carlos Mauricio, que ya había sido informado por Carrillo del “acuerdo monárquico” con Adolfo Suárez, convencía a los militantes canarios de la necesidad pragmática de aceptar las condiciones planteadas por la derecha nacional “por el bien de la democracia, por conseguir las libertades públicas”. En una de estas reuniones, recuerdo que en la sede de Prudencio Morales, traté de criticar el camino que iba a seguir el partido, y Chano Alzola Tristán y Emilio Díaz Miranda también plantearon sus dudas, pero la habilidad dialéctica, la enorme capacidad oratoria de Mauricio terminó por convencernos a todos, y uno de sus argumentos era el peligro del Ejército, cuestión que le había trasmitido Adolfo Suárez a Santiago Carrillo. Confieso que también sentí miedo, y me fui para mi casa que estaba muy cerca apesadumbrado y meditabundo. Porque el miedo, en aquellos años de 1975/77, influyeron también a todos los niveles en los dirigentes socialistas, comunistas, republicanos en general.

La transición, aparte de Ejército, Policía política, Iglesia Católica, Banca, y otras muchas instituciones, tampoco fue modélica con la Justicia. En 1978 el cuerpo judicial del franquismo pasó en pleno a ser el cuerpo judicial del nuevo régimen democrático, y del Tribunal de Orden Público franquista, el tenebroso TOP, pasaron automáticamente a la Audiencia Nacional, al Tribunal Supremo, al Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial en aquellos años iniciales de los 80 estaba llenos de jueces del franquismo cuyas influencias, decisiones y jurisprudencia llega a nuestros días, y un caso sintomático es el de la familia del último asesinado por el franquismo, Salvador Puig Antich, que ha pedido que se revise y anule la sentencia que condenó injustamente sin pruebas al activista catalán, y ha sido rechazada, y como afirma el magistrado Santiago Vidal, de la asociación progresista Jueces para la Democracia que “de los cinco magistrados del Tribunal Supremo que sistemáticamente han denegado recursos, tres tienen familiares directos que fueron generales del ejército franquista y participaron en juicios sumarísimos, y aquí se han mezclado las ganas de no remover el pasado con los intereses personales”, dice el magistrado Vidal.

Me parece obvio y hasta innecesario recordar que en los años siguientes, especialmente cuando el PSOE de Felipe González tuvo varias mayorías absolutas, con España ya en la Unión Europea y en la OTAN, apenas se hizo nada para cortar el cordón umbilical con el pasado franquista. Se siguió subvencionando generosamente a la Iglesia Católica, no se legisló de una forma progresista para poner coto a los desmanes de la Banca, la Judicatura ha seguido siendo un bunker retrógrado, y con el Ejército, incluso tras el intento de golpe de Estado de Tejero se ha seguido una política demasiado blanda y con contemporizaciones.

En los primeros años de la llamada transición, desde mi punto de vista personal, y de muchas personas de izquierda, nos ilusionamos con dos personas e instituciones en esos primeros años de la democracia monárquico/borbónica, el PSOE y su líder Felipe González, y el periódico “El País” y su director Juan Luis Cebrían fueron ilusionantes. Poco a poco, a medida que disfrutaban de las mieles del poder, el cambio radical de ambos fue tremendo, y vino a significar que los entresijos de aquella transición estuvo llena de falsedades tanto en las personas como en muchas instituciones. No le quito los méritos a Felipe González de hacer una buena política en sanidad, educación, asistencia social, y otros muchos logros, pero como dice el dicho progresista, no basta ser de izquierda, un día, un año, diez años, veinte años, el verdadero hombre de izquierda es el que con sus hechos lo es toda su vida. Y Felipe González ha cambiado desde que prácticamente llegó a La Mocloa, fundando el GAL, y permitiendo, cuando no impulsando, los robos de dineros públicos de los Fondos Reservados, Filesa, Time Export, Malesa, etc, etc, que no voy a hacer la lista de nuevo que está en el ánimo de mis informados lectores.

Y de repente, a cuenta de la crisis, corrupción, y el cabreo consiguiente del pueblo, llega Podemos. Llegó Pablo Iglesias, y mandó a parar. De momento, al menos, que ya uno con estas canas y después incluso de desilusiones con el PSOE e Izquierda Unida, no me quiero llevar otro palo por darle demasiado chance a estos jóvenes que indudablemente han significado un revulsivo en la política española, y que al menos han creado un nuevo horizonte. “¡Es la nueva transición, estúpido!”, van diciendo los podemistas insuflados de moral, quizá excesiva y que deberían dosificar. Me decía un amigo todavía votante del PSOE, dudoso como en mi caso de Dios y el Diablo, que “Podemos evidentemente está despertando la ilusión de mucha gente. Amigos de todas las edades, setentones como nosotros, no hacen sino hablar de Podemos. El lunes por la mañana estuvimos caminando con la pandilla en Las Canteras, y casi todos celebraban entusiasmados la victoria de Syriza en Grecia. Me recordaba el entusiasmo que me despertó Felipe González en 1982. Ahora es Pablo Iglesias el que toma el relevo, y a ver si la izquierda en Canarias se une, que si no, mal asunto”. “¡Es la nueva transición, estúpido!”, me decía también mi vecina del quinto, que ya sabe más de Alexis Tsipras que los propios griegos. “A mí no me venga con cuentos, ni dudas agnósticas ni políticas, le voy a votar a Podemos sí o sí”. Me dejó en la duda agnóstica, pero firme como el abogado del diablo.

Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Etiquetas
stats