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La paradoja del crecimiento económico sostenible

Eustaquio Villalba

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Uno de los dogmas más extendido es la creencia de que el éxito económico se mide por la tasa de crecimiento anual del PIB, pero los dogmas y las creencias están fuera de la racionalidad, no la necesitan. China se ha presentado como ejemplo a seguir, ya que ha conseguido crecer a tasas del 10% anual y se mantiene por encima del 7. Tanto es así, que cuando baja un poco se habla de recesión en la economía global. En países como España una tasa del 3% anual se considera el mínimo para poder asegurar la buena marcha de la economía, pero ¿qué implica este crecimiento? Pues que con un PIB que crezca el 10% anual la economía de un país como China se duplica cada ¡siete años! Y al 3% cada 24. Al inicio de la revolución Industrial, el economista Malthus señaló el problema del crecimiento exponencial de la población mundial y, si esta crece, como ocurre ahora, a un ritmo del 1,3% al año significa que el tiempo necesario para que la población se duplique es de 54 años . Por lo tanto, en tan sólo 54 años pasaríamos de ser 7.000 millones a ser 14.000 millones en el planeta. Y en otros 54 años seríamos 28.000 millones, cuatro veces más que al principio. Es evidente que un crecimiento exponencial es insostenible en el tiempo, como puso en evidencia, según la leyenda, el inventor del ajedrez, cuando pidió al rey: un grano de arroz por la primera casilla, dos por la segunda, cuatro por la tercera, ocho por la cuarta y así hasta la 64, no había ni hay trigo en el mundo para satisfacer esa “modesta” recompensa.

Esto viene a cuento por lo que ocurre en nuestro archipiélago, en el que parece que nuestros responsables políticos y empresariales claramente han optado por lo irracional. Si el tráfico está colapsado no hay que ir a la causa: el crecimiento exponencial del parque de vehículos que nos ha llevado a tener más kilómetros de coches que de carreteras. Por el contrario, han preferido encomendar la solución a la Virgen de Candelaria a cambio de nombrarla -sin elecciones por medio- Presidenta de Honor del Cabildo de Tenerife.

A 31 de diciembre de 1900 Canarias tenía una población residente de 357.601 personas, en el año 2.000 alcanzaba los 1.750.673 habitantes, en ese mismo periodo de tiempo en el conjunto del país se pasó de 18.616.630 personas a 40.847.371, apenas se duplicó. En poco tiempo Canarias pasó de saldo de migratorio negativo a ser receptora de inmigrantes como resultado de una demanda del basada en un crecimiento desaforado del sector inmobiliario y turístico. Satisfacerla implicó que muchas empresas justificaran el uso y el abuso de los recursos naturales y, también, que los responsables de las instituciones públicas no los obligaran a cumplir las leyes que protegen esos recursos . Un ejemplo fácil de ver son las enormes cicatrices en forma grandes embudos que perforan el Valle de Güímar, algo que, a pesar de sus enormes dimensiones y de las décadas de explotación intensiva, no vieron los sucesivos presidentes de gobierno, del cabildo o los alcaldes. Como también llama la atención que uno de los condenado por este delito ambiental, fuera al mismo tiempo presidente de la federación de empresarios constructores de Tenerife. Todo se justifica(ba) por los puestos de trabajo y porque así aseguran mantener el fuerte incremento de la demanda. ¡Es el mercado! diría Rato

Desde hace años se sabe que el colapso de las principales vías de comunicación de la isla sería un hecho cierto a corto plazo. No hace falta tener dotes de profeta bíblico para augurarlo: es una evidencia que es imposible igualar el incremento del parque automovilístico y el crecimiento del las carreteras en función de la demanda. Hace mucho tiempo que las cifras de kilómetros de coches superó el kilometraje de nuestras principales vías de comunicación. Obviamente, la solución al problema de la movilidad tiene que venir por el lado del causante del problema. Aceptar la premisa de la imposibilidad física y social de incrementar el número de carriles y nuevas carreteras, implica modificar el sistema, en poner en funcionamiento otro que asegure el futuro basado en el transporte público y en las energías renovables. Dada las dimensiones de la isla, la guagua, en sus distintas versiones, es el vehículo que mejor puede cumplir esa función, algo que no pueden hacer los sistemas basados en el transporte guiado como es el tren.

Con un sistema viario que funcione, el usuario sabe a que hora tiene que salir para llegar a determinada sitio a la hora prevista. Eso es posible conseguirlo simplemente reservando uno de los carriles al uso exclusivo del transporte público: las guaguas llegarían con puntualidad, en un tiempo que recordaría la época en la que donde “directa” tardaba 20 minutos desde el Cabildo a la Universidad. El que quiera usar su vehículo privado que aguante las colas.

Sin embargo, los defensores del crecimiento indefinido, los partidarios de construir indefinidamente más infraestructuras, más carreteras y autovías para resolver el problema de la movilidad en la isla son de la opinión contraria, algo que siempre ha dejado meridianamente claro el actual presidente de la Fepeco, Oscar Izquierdo, en sus habituales artículo en prensa. En su último escrito decía: “Es necesario poner las bases de un desarrollo sostenible, que satisfaga las necesidades presentes, sin comprometer las capacidades y potencialidades de las futuras generaciones, basado en un crecimiento equilibrado que va unido a una defensa medioambiental racional y alejada de cualquier fundamentalismo que, por cierto, tanto daño ha hecho en Canarias y especialmente en Tenerife. La presencia de la construcción, que siempre es vida, tiene una importancia cuantitativa directa e indirecta en el sistema económico y, principalmente, en la creación de empleo.” Ahora resulta que los constructores son los que definen qué es racional en las luchas por el medio ambiente y atribuye a los “fundamentalistas del conservacionismo” haber causado mucho daño a la isla. No señor Izquierdo, no fuimos nosotros, fue el anterior presidente de su asociación el que ha sido condenado por haber causado el mayor atentado ambiental cometido en la historia de la isla y por participar en primera línea en el caso de corrupción de Las Teresitas. Atan denunció durante décadas las extracciones de áridos de Güímar y el entonces presidente de los constructores también nos descalificaba con los mismos argumentos, pero los hechos son los hechos.

Lo que resulta irracional es el actual sistema de movilidad. Las dos variables que lo ocasionan, número de vehículos y kilómetros de carreteras, no se pueden incrementar simultáneamente, pues lo único que se consigue es convivir con el colapso y con las obras para solucionarlo. La isla no va a aumentar de tamaño, por mucha y grande que sea la demanda de espacio, por tanto lo que Tenerife necesita con urgencia es un plan de movilidad en el que prime el interés general sobre el de los importadores de vehículos y el de los constructores. Nos evitaríamos muchos daños, multas y, además, así estaríamos al día con las Directivas Europeas.

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