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Preguntas sin respuesta

José Miguel González Hernández

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Atención, pregunta: ¿Es mejor incentivar los buenos comportamientos o sancionar los repudiables? Supongo que estará pensando que dependerá del hecho o de las circunstancias… Se podría pensar que si se hace lo que está establecido no debería tener un reconocimiento especial. Es la obligación, y como obligación se debe hacer. Mientras que, lo que se desvíe de lo que las reglas dicten (legales, éticas, morales…), pues habrá que corregirlo. Pero, no sé, no sé. Si hubiéramos pensado así durante toda la historia de la humanidad presumiblemente iríamos aún a caballo, porque ¿no es cierto que el progreso depende de la rebeldía?

Si atendemos a su significado, rebelde es aquello que se rebela, que se subleva, que opone resistencia, que falta a la obediencia debida, que es difícil de formar, de educar, de controlar o de dirigir. Más allá, incluso se refuerza en el ámbito jurídico: “que, por no comparecer en un juicio, después de llamada en forma, se le declara en rebeldía”. La etimología de la palabra procede de rebellio que nos da rebelión, vocablo que surge de la raíz bellun (guerra) que, con el prefijo “re” marca un movimiento regresivo, reiterado o intensivo. Por eso se equipara a un comportamiento que va en contra del poder o de la autoridad establecida. Es decir, también se puede ver como un proceso basado en la reivindicación. Por lo tanto, se atisba conflicto: ¿hay que ser rebelde o no?

Seguimos con las preguntas: ¿Qué deberíamos reivindicar? Porque se trata de un proceso de reclamo de algo que se ha perdido o aún no se ha conseguido. Se basa en el derecho de posesión. De hecho, procede del latín reinvindicare, compuesta de rei (hecho o cosa) y vindicare (vengar o defender). Interesante, cuanto menos. Y es interesante porque las revoluciones surgen por ese motivo. Revoluciones tanto en el ámbito científico, político o social. De hecho, las revoluciones se generan cuando se quiere romper con el pasado. De hecho, se dan cuando existen pensamientos que avanzan basados en instituciones que permanecen inalterables. Mantener esa desincronización genera una sociedad basada en el autoengaño en donde se pudieran trasladar situaciones que aparentaran ser óptimas, cuando lo que está provocando es un entorno de mayor inseguridad e incertidumbre. Y es ahí donde, en lugar de verse como un problema, se puede transformar en una oportunidad. El propósito motivacional es la de evitar la aceptación social per se y así elevar la conciencia como motor de la evolución.

Entonces, por último, ¿debemos mostrar más rebeldía y revolucionar la realidad reivindicando más libertad, por ejemplo? Y si fuera así ¿dónde y cuál es el límite? Porque la libertad es la facultad de obrar, de expresarse, según la propia voluntad y responsabilidad de cada cual. Pero también se basa en una circunstancia de no estar sujeto a obligación, deber o disciplina alguna. Y volvemos al principio. Al orden establecido. Así que todo parece indicar que, o vamos por los senderos que nos marcan o sufriremos persecuciones de magnitudes bíblicas. Ahora bien, ¿y si nos salimos del camino? ¿Qué pasaría?

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