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Robert Capa: el blanco y negro de una época
Para este peculiar e intrépido fotógrafo, de clisés en blanco y negro, artista a la sazón, con todas las mayúsculas del término, y de exultante talento, para este tipo de lenguaje de la plástica. Consagró su vida al arte del clic y de la cámara oscura, viendo a través del visor, con ojo divino, del artista que otea más allá de su retina, en sus adentros más sensitivos, y para ello rebuscó en los conflictos bélicos, para dar testimonio de su visión de unos hechos y sufrimientos humanos. Curtido en mil batallas, allí estaba, a pie del enfrentamiento, donde existieran estos luctuosos quebrantos de la paz, documentando los acontecimientos en su clises, importándole nada su vida (y de hecho, murió al pisar una mina, en Río Rojo, en Indochina, a los 40 años), para dar fe de todos los vericuetos de los genocidas belicismos.
Robert Capa, norteamericano de adopción, nacido en Budapest, llevaba siempre su cámara en ristre, como un miembro biológico más e imprescindible de su vida. Con ella, o mejor, con su fina acuidad de artista, dejó plasmado en sus rollos de halogenuros de plata, sensibilizados por la luz externa, todos los hechos reales, para darles forma iconográfica, que a su paso se irían produciendo, y que empíricamente reclamaban su atención de artista y periodista gráfico. Pero siempre y en especial, y teniendo como leit movit al ser humano, como epicentro de todas sus tomas: dolor, llantos, miserias, tiranías, combates, muertes, hambres, histerias, etc.; y además de los gozos habidos, en tiempos de paz. En definitiva: siempre fueron el padecer y la alegría del hombre (en genérico), los que motivaron su inspiración sublime.
Magníficas, sin un ápice de desmesura en el calificativo, fueron las fotos realizadas por Robert Capa, en el estricto momento del hecho que acontece, contando con solo un intervalo de segundo de tiempo para su disparo, no teniendo las tomas otra posible repetición o nueva pose, porque sus fotografías, son el resultado del instante y de la avidez e intuición del artista, para el drástico clic del disparador, haciendo palpable e inmortalizando ese instante no repetido, en que se está produciendo o se producirá el hecho. Y en ese augurio, ahí estaba Capa, para abrir el diafragma de la cámara, y que éste petrificara en la película en el vivido acontecer.
Tampoco es cierto, que se pueda catalogar a Capa como exclusivo fotógrafo bélico, en los cinco conflictos de que fuera testigo, como en nuestra Guerra Civil o la II Guerra Mundial; entre otras imágenes positivadas, de su vocacional y apasionado arte, son también de la elucubrada profesión del blanco y negro de la época, que estimo, de 400 ASA de sensibilidad, reflejando la vida lúdica de personajes afamados y de entrañables amigos. Y todas ellas, también, sin ser fotos de estudios o de laboriosa creación, se corresponden a momentos e instantes de un ambiente natural, espontáneo y lleno de vida y de expresivo arte.
En estas fotos colgadas en el CAAM, digitalizadas para estos eventos de muestras itinerantes, (porque las originales son en exclusividad para prensa y en pequeños formatos). La fotografía fue el profundo testimonio de vivir su vida; a ella se consagró y por ella murió. Pero, con todo el honor y el más sonoro grito, de haber manifestado su pacífica protesta, ante sus propios semejantes, por medio de sus probas imágenes en blanco y negro.
Teo Mesa
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