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El cambio

Francisco Pomares

Finalmente, Paulino Rivero encontró el bic cristal que se le había perdido y firmó el nombramiento de Santi Negrín, un mes justo después de que el Parlamento eligiera el Consejo de la tele canaria. Rivero le dio a su esforzado conmilitón Willy García un mes de plazo para hacer las últimas contrataciones y enjuagues, un mes que Willy ha aprovechado intensamente. Cuando el Consejo se incorpore a la dirección del Ente, van a encontrarse con la lata del gofio vacía y la tarea por hacer, a una semana escasa de las elecciones regionales. Si algo se puede decir de Rivero es que siempre supo medir los tiempos. No tanto los apoyos, pero esa es otra historia.

Tras la publicación se su nombramiento en el Boletín Oficial de Canarias, Negrín se ha despachado con una rueda de declaraciones a los principales medios informativos de las islas, diciendo bastantes cosas enjundiosas. La primera es que el Consejo quiere que la tele deje de ser noticia y empiece a dedicarse a darlas. Ya está bien de que las andanzas del director general sean la noticia de la tele fuera de la tele y de –mientras eso ocurre fuera- dentro los telediarios se abren con la historia de alguien que perdió su móvil o encontró su gato, para dar luego paso a diferentes hagiografías de la sagrada familia presidencial.

Negrín ha dicho también que quiere que la tele sea de todos, una casa abierta, plural y transparente: que no es de recibo que ningún parlamentario tenga que desplazarse a las oficinas del Ente –lo han hecho ya Águeda Montelongo y Fajardo Palarea- para solicitar una información que Willy les niega. La apuesta es, pues, por cambiar los hábitos, por convertir la televisión canaria en un espacio donde quepa la opinión de todos los canarios, donde se realicen debates constructivos en los que se identifiquen todas las voces de nuestra tierra, su gente y sus problemas. Las voces de quienes gobiernan, las de quienes están en la oposición y las de quienes ni gobiernan ni están en la oposición pero tienen cosas que decir. Negrín quiere una televisión de aquí, pero que tenga presente que la programación debe atender al servicio público, y superar el aldeanismo y la obsesión por la audiencia. Y quiera una televisión limpia de compromisos, sin hipotecas empresariales, y austera en el gasto.

En fin: las escobas nuevas barren siempre mejor que las antiguas, y Negrín –un profesional con muchos años de experiencia en lo público y lo privado, profesor universitario y persona de talante abierto-, no va a ser la excepción a esa regla. Bastaría con que soplara sobre la caspa que hoy adorna la tele y parara las canonjías, abusos y mamandurrias, para que su gestión se distanciara de la de su más inmediato predecesor. Pero hay que hacer mucho. El Parlamento ha aprobado una ley que establece limitaciones a la capacidad de gestión del Presidente del Consejo, pero el momento político es favorable a los cambios, la decencia y la transparencia. Ojalá sepa aprovechar ese momento.

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