TIierratenientes, un planeta de todos y para todos (y II)

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¿El mundo es su mundo o el de todos? Qué duda cabe, es su mundo. Ellos una minoría del ¿1%, 3%, 5%? son los dueños del planeta. Así lo certificaban, en 2019 y 2020, los ya citados Antònio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas:  ·La desigualdad está creciendo. Las personas están cuestionando un mundo en el que un puñado de individuos posee la misma riqueza que la mitad de la humanidad“ , y Francisco I, Papa de la Iglesia Católica: ”Pocos riquísimos, un grupito, poseen más que el resto de la Humanidad. Esto es estadística pura. ¡Es una injusticia que clama al cielo!“.

¿Es ese el mundo posible que queremos? No, ese es el mundo real que no queremos. Un mundo donde la exclusión social y la pobreza de miles de millones de seres humanos se eterniza. Un mundo donde la paz no es posible, pero la guerra de los pobres, tarde o temprano, sí lo es. Como en el pasado. A ese destino conduce la perpetuación del sistema ecológica y socialmente insostenible que soportamos.

Algo debe ocurrir, tiene que ocurrir para que el mundo cambie. La naturaleza avisa, nos está diciendo basta. La pandemia, imposible de desligar del aviso de la Tierra, nos previene contra el terricidio. Pero la desigualdad, de la sociedad y de las naciones es también un cáncer insoportable. No puede dilatarse tampoco indefinidamente. Pero está en la naturaleza del sistema que lo haga. A no ser que se emprendan vigorosas iniciativas reformistas que lo corrijan, so pena de asistir a un período prolongado de desórdenes, con revoluciones y contrarrevoluciones sangrientas, de inciertos resultados.

Si la justicia y la razón se imponen, hay aún oportunidades, pero el resultado final no puede ser un mundo, un planeta de unos pocos y para unos pocos, sino un mundo, un planeta de todos y para todos.

¿Cómo empezar a construirlo en el contexto de la pandemia actual?

Está claro, dejando atrás definitivamente las nefastas políticas neoliberales, como las que se aplicaron tras la crisis de 2008 en beneficio de la minoría de súper ricos y en perjuicio de la inmensa mayoría no rica del planeta. Por el contrario, poniendo en marcha políticas progresistas e, incluso, altermundistas. Políticas que esta vez favorezcan, ante todo, a la inmensa mayoría de la humanidad, formada por personas sin recursos, con pocos recursos o con recursos insuficientes, para las que el Estado del Bienestar - sanidad, educación, servicios sociales, pensiones y hasta banca públicas -, son vitales a la hora de superar el flagelo de la marginalidad, de la pobreza y de sus consecuencias. Y junto a estas políticas progresistas la implantación gradual, en todos los estados del planeta, de la Renta Básica Universal e Incondicional, un paso fundamental en la carrera para minimizar las dramáticas consecuencias de la irremediable caída del empleo estable asalariado, único asidero al que agarrarse en un mundo capitalista insolidario para los millones y millones de personas sin recursos o con escasos recursos que lo pueblan.

Solo de esa manera, con políticas progresistas y altermundistas se podrá iniciar la transición pacífica, deseable para la mayoría de la población mundial, desde un mundo capitalista neoliberal, de unos pocos y para unos pocos, a un mundo ecosocialista democrático, de todos y para todos.

Dilectos lectores, un par de consideraciones finales.

Primera. Los ricos no pueden ser el espejo en el que nos miremos los demás, no hay planeta en el Universo que pueda resistir tanto despilfarro.

Segunda. La Tierra o es el planeta de unos pocos y para unos pocos, o es el planeta de todos y para todos, las dos cosas a la vez no puede ser.

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