El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Bravo, ¡bravísimo!, ¡bravo!
Con diez banderas por banda, viento en popa y a toda vela, el presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Miguel Bravo (¡bravísimo!, ¡bravo!) se pegó este viernes el talegazo más grande de su regreso a la carrera política. Dicho sea esto sin ponernos a rememorar ridículos históricos, que tampoco tenemos ganas de mortificar más de la cuenta. Bravo eligió para su aquelarre el Paraninfo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria porque, en una de estas, creyó ser capaz de congregar en torno a su egregia figura a los colectivos, entidades, organizaciones y agrupaciones de pulso y púa que a principios de los ochenta (del siglo pasado) se confabularon para conseguir que la ley de reforma universitaria permitiera lo que hoy es una realidad 25 años después. Pero si aquel movimiento logró (pizco más, pizco menos) que se echaran a la calle 250.000 personas, Bravo se tuvo que conformar este viernes con las exiguas 300 que apenas llenaron el 35% del salón en lo que, en el argot mitinero, se puede considerar un solemne pinchazo. Un mitin del PP con 300 seguidores en el patio de butacas, un fracaso incontestable. Las crónicas generosas relatan que había muchos empresarios de postín, que hasta el magnífico rector, anfitrión del evento, intervino en al bolo para darle al asunto algo de brillo y esplendor. Completaron el cuadro los presidentes de la Confederación de Empresarios y de la Cámara de Comercio, Sebastián Grisaleña y José Sánchez Tinoco, el primero batiéndose en retirada y deseando no dejar facturas impagadas, y el segundo contribuyendo con su militante entrega a los atropellos de un Gobierno, el de Rajoy, que acaba de darle la definitiva puntilla a la entidad que preside. La estampida de los sindicatos y de la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo, a la postre la que debiera sentirse más agraviada por la Ley de Modernización Turística que servía de coartada para el encuentro, desinflaron un acto que estaba bichado desde el momento mismo en que nació desde el complejo de inferioridad de ir contra Tenerife y no en favor de la inteligencia.
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