A estas alturas parece razonable dudar del éxito que pueda alcanzar esta nueva cruzada emprendida por el presidente del Cabildo de Gran Canaria. Todo dependerá de lo que aguante el PSOE, que hasta ahora se ha mantenido firme en su respaldo a la nueva Ley de Modernización Turística, y de lo que aguante Paulino Rivero frente a los suyos en Gran Canaria, en estos momentos reculando ma non tropo al ver que pierden la bandera, el caballo de bastos y la perica. Pero al presidente insular le importa verdaderamente una higa el futuro que puedan tener los hoteles y los hoteleros, los lopesanes y los cazorlas. Su verdadera preocupación es retirarse de este mundo de la política dejando bien colocado en todos los sentidos a su hijo Lucas, el Niño Bravo, que muy a su pesar ni quiso estudiar una carrera ni quiso dedicarse a trabajar como hace el común de los mortales. El niño será, si nadie lo remedia antes, un nuevo parásito de la política al que habrá que dejarlo bien encaminado. Por eso llama mucho la atención que Bravo padre se permita bromear si quiera con la remota posibilidad de dejar de lado el pabellón multiusos que se levanta en Siete Palmas por unas empresas constructoras verdaderamente asombradas por lo que han oído decir y pedir al Niño Lucas y a su eterno compañero de correrías políticas, Carlos Sánchez que, pese a sus imputaciones penales, los Bravo mantienen en el machito para mejor proveer. Sin esa obra tan, tan, tan... chiripitifláutica, Lucas no tendría presente, y por supuesto, tampoco tendría futuro. Su padre necesita sacarla adelante casi tanto como el otro emblema de su mandato, el viejo Estadio Insular, donde se ha tropezado, como si fuera un novato de los años ochenta, con dos problemas de compleja solución: la legalidad vigente, que impide y persigue los pelotazos, y su propio partido, y no por la misma razón. Los Bravos tienen una seria oposición en su empeño por quedarse con las llaves de los locales del PP cuando Soria decida abandonar la finca: el clan de Cardona no lo va a poner fácil. Y ahí tienen al autor de pelotazos tan sonados como las Torres del Canódromo oponiéndose a la operación Borjana en el Estadio Insular. Menuda tropa.