La idiocia no entiende de edades, más bien se asienta, se solidifica, se mimetiza con el personaje público que la ejerce, pasa a formar parte con el tiempo de su yo y sus circunstancias. José Miguel Bravo de Laguna es un político viejo, anacrónico, trasnochado. Prescindible desde su yo a sus circunstancias. Después de dos años al frente del Cabildo de Gran Canaria, en lo que probablemente sea su despedida de la vida política, ha demostrado sobradamente que tienen razón los que reclaman que esto debe cambiar de raíz, que así no puede ser. A su alrededor se ha ido tejiendo una sucia maraña de atropellos, de corrupción, de nepotismo, de vividores y de caraduras que él ha consentido de manera absolutamente inaceptable, lo que le convierte por lo tanto en responsable de todo. Es responsable, por ejemplo, de que el vicepresidente primero, Juan Domínguez, se mantenga en ese puesto pese a las denuncias por presuntos delitos (robo y falsificación de firmas, entre otros) presentadas por uno de los partidos (CCN) con los que concurrió a las elecciones; que se mantenga pese a haber sido cogido en el imperdonable momento de enchufar a un cuñado en dos organismos distintos que él controla. Bravo es el responsable de mantener en la otra vicepresidencia al portavoz del PP, Carlos Sánchez, acusado penalmente y pendiente de juicio por haberse perdonado los impuestos cuando era concejal en Santa Brígida; un vicepresidente este también al que una ingeniería trincó mangoneando un concurso para dárselo a un amigo. Convicto y confeso. Es responsable Bravo de promocionar de entre los funcionarios al principal acusado (que no imputado) en el caso Eolo, Celso Perdomo, un empleado para el que la Fiscalía pide siete años de prisión, que ahora colocan en el selecto equipo de inspectores que vigilarán la rectitud de los demás trabajadores públicos del Cabildo. Y cobrando más complementos. Manda huevos, que diría Federico Trillo, el de ¡Viva Honduras! Y será responsable Bravo de Laguna de explicar quién es, cómo fue, cuándo la conoció y para qué ha contratado a cuenta del erario público a una señorita lituana que la acompaña a todas partes, que ocupa puesto de asesora personal en el pleno del Cabildo y que responde al cargo de “responsable de relaciones exteriores”. Es lo que le faltaba a este señor mayor.