Corrió como la pólvora estos últimos días por las redes sociales un bulo muy puñetero: el reciente incendio en la cumbre de Gran Canaria fue provocado por operarios del Cabildo de Gran Canaria que procedían o a “quema selectiva” del campo o a “hacer prácticas”, sin especificar si eran de tiro, de pirotecnia o de suelta de palomas buchúas. Desde que llegó a nuestros oídos tratamos de confirmar el rumor, que quedó rápidamente desmontado tras hablar con los que saben de la cosa. El bulo fue convenientemente salpimentado con altas dosis de insularismo antichicharrero, con afirmaciones tales como “esto en Tenerife no pasa”, lo que calentaba los ánimos de los receptores hasta convertir la intoxicación en masiva. También se añadieron unas gotitas de profundo sentimiento canarista despotricando contra la fiesta de Halloween y contra los medios informativos por no atreverse a publicar semejante escándalo. No, no hubo ejercicios de ningún tipo de operarios del Cabildo esos días en la cumbre, ni los técnicos encargados de la quema selectiva del monte fueron tan irresponsables como para actuar en un escenario 30-30-30 (más de 30 kilómetros por hora de viento; más de 30 grados de temperatura y menos del 30% de humedad relativa). No consta nada de eso en las preceptivas hojas de trabajo, ni en los avisos a los parques de bomberos o al 1-1-2, que son prevenidos por si empiezan a recibir masivas llamadas de ciudadanos alertando de la existencia de humo. Lo que no podemos asegurarles en estos momentos es la causa o causas de ese incendio, que se pudo sofocar gracias al cambio benéfico de las condiciones climatológicas y no por la acción de los responsables de extinción que, por lo que parece, fueron una calamidad pública. Las pesquisas acerca de si el fuego fue o no intencionado las lleva el Seprona, de la Guardia Civil, y se instruirán en su caso en un juzgado del partido judicial de Santa María de Guía. En cuanto sepamos algo se lo contaremos a nuestros lectores.