El empresario interesado en el Estadio Insular, Rafael Bravo de Laguna, que no estará solo en la inversión si finalmente termina alzándose con el concurso (o lo que surja) hace muy bien en buscar el negocio y en proponérselo al Cabildo. Lo que no admite ni medio pase es que el Cabildo haya abrazado la iniciativa del empresario sin miramiento alguno y lo trate de camuflar ahora con un concurso cuyas bases necesariamente habrán de parecerse bastante a este proyecto empresarial. Tanta torpeza del otro Bravo, del presidente insular, solo se entiende si al hombre le ha dado ya la pájara de la omnipotencia, la intocabilidad divina. Muy alto debe ser el grado de compromiso con el empresario ofertante como para cogerse los dedos de la manera que lo ha hecho, y no solo ante la ley, los técnicos del Cabildo, la oposición y la opinión pública. Sino incluso ante el mismísimo caudillo, José Manuel Soria. Porque Bravo de Laguna sabe que el empresario que lleva sus mismos apellidos no es del gusto del presidente regional del PP y ministro del Reino. Efectivamente, Rafael González Bravo de Laguna dijo una vez la verdad ante una juez en la vista que se seguía por el caso Isolux contra el director de CANARIAS AHORA, Carlos Sosa, y Soria perdió el juicio por completo. El que acabó con una sentencia absolutoria para el periodista y con él acudiendo a su abogado a que se querellara por falso testimonio contra el testigo y contra al acusado. Un pleito que finalmente quedó archivado. El empresario se limitó a decir que Soria lo amenazó con que no trabajaría más en Canarias si su empresa no retiraba el recurso contra aquella abracadabrante adjudicación que hizo Pepa Luzardo de los famosos módulos de potabilización en favor de la empresa Isolux.