Con un intercambio de banderines de uso reglamentario se han estrenado las nuevas relaciones entre Paulino Rivero y José Manuel Soria ante el ascenso de este último al Consejo de Ministros. Nos entenderemos aunque nos cueste, ha venido a ser el mensaje, tan creíble como lo quieran asumir los que conocen de cerca cómo han sido de tensas las relaciones entre ambos los últimos meses. Desde luego los antecedentes no permiten albergar muchas esperanzas de que Soria como ministro adopte un papel puramente institucional. Después de haber sido el más profundo cabildista durante su paso por el Cabildo de Gran Canaria entre 2003 y 2007, pasó a negarle a esa isla el pan y al sal cuando sufrió la censura que lo envió de vicepresidente de Paulino Rivero. Aquella persecución al Cabildo grancanario la sufrieron también por analogía otras corporaciones insulares hasta el punto de producirse una autentica rebelión. Las circunstancias son ahora distintas. Rajoy no le va a permitir a su ministro canario ninguna veleidad sectaria, por mucho que al presidente del Gobierno le venga muy bien que Soria haga carrera en Canarias para que en 2015 se pueda presentar como favorito a las autonómicas. La víctima propiciatoria será Paulino Rivero.