Las presiones de RIU y de TUI han sido extraordinarias y en ocasiones infames. Se han valido de la innegable influencia que los alemanes tienen sobre las autoridades turísticas españolas y canarias y del terror que despiertan entre el cobarde empresariado turístico canario, para despreciar cualquier invitación al diálogo y a la corrección de su postura inicial. Su empeño por demoler el viejo hotel Maspalomas Oasis y sustituirlo, a lo largo y ancho del palmeral, por un mamotreto infumable, le llevaron primero a producir un deterioro irresponsable y negligente del viejo establecimiento, y luego a imponer sus criterios por la fuerza de una legalidad bastante discutible, como quedó acreditado desde el primer momento en las alegaciones que presentó el Grupo Lopesan, el único que ha tenido la valentía de plantar cara a un proyecto perjudicial para sus intereses (por supuesto), pero también para los de todos los grancanarios. Lopesan se encontró de inmediato con el desprecio de la clase dirigente empresarial, nucleada en torno al Círculo de Empresarios, donde Mario Romero Mur hizo un trabajo impagable (porque si le pagaron seguro que el servicio valía más) por enfrentar a todos los miembros de ese club con Eustasio López. Es comprensible su empeño: la lavandería de Romero Mur es la que lava las sábanas y las toallas a la cadena RIU en Gran Canaria, y un cliente así puede llevarse por delante el oasis, la playa de Maspalomas y la charca mientras siga lavando sus toallas y sus sábanas en Crisol, su lavandería de confianza. En el Círculo se sientan también otros empresarios en absoluto dispuestos a plantarle cara a TUI, como todos los que forman parte del consejo de administración de Cordial, que también dejaron solo a Lopesan. Era una buena oportunidad para volver a pasar factura a un empresario que sencillamente no es como ellos y que, cómo no, despierta entre esa selecta camada de patronos el pecado nacional de la envidia, quizás porque solo se apellida López González y no tiene pedigrí. Por eso desde el principio hablaron de guerra empresarial y se frotaban las manos cada vez que aparecía una resolución contraria a los intereses de Lopesan, aunque con ellos se marcharan también los intereses de la isla por recuperar para el uso público un lugar mítico. De un plumazo, José Miguel Bravo de Laguna les ha dado a todos por los besos con una alambicada resolución que va mucho más allá de las pretensiones iniciales de Lopesan, que sólo pedía la declaración BIC del viejo hotel Maspalomas Oasis.