La monolítica unanimidad del top ten del empresariado canario se acaba de romper en varias direcciones. Y no lo ha roto precisamente Lopesan, al que seguramente a estas alturas ya estarán colgando el cartel de oportunista. El grupo empresarial más sólido de cuantos están sobreviviendo a esta crisis ha dicho basta ante tanto sumo pontífice del desarrollismo porque sí y del ordeno y mando porque soy el del PIB, y se ha plantado ante el todopoderoso Cabildo de Gran Canaria, es decir, ante el PP, ante el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, también medio del PP, y nada menos que ante uno de los factótum del empresariado grancanario, el sobrevalorado Sergio Alonso, presidente del Grupo Domingo Alonso, importadores de automóviles, entre otras actividades. A Eustasio López no le ha hecho puñetera gracia que, de repente, en nombre de no se sabe muy bien qué tipo de generación de riqueza, de un colorista we are the world, we are the children, se haya tejido una extraña unanimidad en torno a la demolición e inmediata reconstrucción del Hotel Oasis, situado en el mítico palmeral de Maspalomas. El propietario del hotel, la cadena mallorquina RIU, ha conseguido que le autoricen, atención, tirar esa joya de la arquitectura canaria para levantr luego un hotel con más camas, con menos categorías y más alto que las palmeras que dan nombre al lugar. ¿Y tiene permiso la tal RIU para hacer eso? Pues sí, y las autoridades parecen privadas de su juicio por haberla otorgado contraviniendo algunos preceptos que el presidente de Lopesan se ha encargado de explicar en una educada pero contundente carta enviada al presidente del Cabildo, José Miguel Bravo de Laguna.