Una vez personado en el lugar de los hechos, donde, como decíamos, ya hay ocho policías locales y cuatro ciudadanos, el subinspector 16 y el agente 13.354 empiezan a desplegar sus encantos para convencer a sus compañeros de la unidad X-06 que se dejen de boberías, que no empaqueten a esos dos pobres motoristas. Los agentes se niegan en redondo, lo que hace que los dos ángeles del bien que hasta allí habían llegado para proteger a esos beodos ciudadanos, empiecen a subirse por las paredes. El agente trece mil y pico lanza la frase de rigor: “Marineros somos y en el mar nos encontraremos”, cantinela que fue grácilmente complementada por unos versos en tono mayor recitados por el subinspector 16: “les voy a meter un expediente disciplinario que se van a acordar toda su vida”, cariñosa advertencia que alcanzó el clímax lírico cuando, dirigiéndose a un agente que le salió respondón, el 12.365, le soltó, ya con voz de tenor suficiente que pudiera ser escuchada por las damas presentes, unos versos lapidarios: “Me tienes hasta los cojones; te marchas de aquí porque lo digo yo”, “te marchas de aquí porque me sale de los cojones”, todo ello ilustrado con delicados movimientos de su dedo índice dirigidos hacia el entrecejo del receptor de las rimas.