La pregunta sobre la incidencia de un accidente petrolífero en Canarias cogió sorprendentemente a Soria con el pie cambiado. No supo adherirse a los planes de contingencia que Repsol dice tener para paliar un eventual escape para aplicarlos también a un accidente de un supertanque de esos que tanto menciona para conjurar a los que rechazan las prospecciones. Por eso dijo desconocerlo, y por eso remató con algo grandioso: que los graves vertidos provocados en 2010 por la plataforma Deep Blue Horizon no afectaron al turismo mexicano pese a haberse producido en el Golfo de México. Viniendo tal boutade del mismo ministro que afirmó rotundamente que el meridiano de Greenwich pasa por la isla de El Hierro, parece fácil comprender su error de bulto, porque el hecho de que se llame “de México” el golfo en el que se produjo el accidente de la plataforma de BP, no todo lo es México lo que reluce. Es más, los efectos de los vertidos de aquel trágico accidente, que además de la catástrofe ambiental se llevó la vida de once operarios, se centraron en las costas norteamericanas de Luisina, Misisipi y Florida, ni siquiera llegaron a Texas, el estado limítrofe con México. A pesar de que la mancha alcanzó el tamaño de Manhattan y que los efectos afectaron a más de 140 kilómetros cuadrados (los más graves a 24 kilómetros a la redonda), no se vieron afectadas las costas mexicanas, luego el turismo de ese país difícilmente pudo haberse resentido. En el mapa que adjuntamos pueden apreciarse los avistamientos y las emisiones visibles, en marrón, que muestran que todos los efectos se concentraron en la costa norteamericana, lo que provocó fortísimas multas a la petrolera BP y cuantiosas indemnizaciones a los pescadores y habitantes de Luisiana, la parte más afectada por el grave accidente.