La carrera política de Cristina Tavío está jalonada de grandes éxitos, como el que sin duda acaba de cosechar en las elecciones generales, si bien por ahí anda su caudillo redentor diciendo que gracias a que él intervino en el último minuto el triunfo fue el que fue y no el que le venía de la mano de la presidenta insular. Pero también hay enormes patinazos políticos de la señora Tavío. Por ejemplo, con Miguel Zerolo, al que ahora quiere rehabilitar urbi et orbi, tuvo dos muy sonados. El primero que tenemos controlado data de julio de 2009, cuando pactó con Miguel Zerolo dar por concluido el fulgor de aquella figura desmesurada que fue Ángel Llanos, primer teniente de alcalde gracias al pacto suscrito con rechinar de dientes en 2007. Tavío y Zerolo rabiaban por la capacidad que había tenido el pibe del Toscal de aparecer como el único que en aquel galimatías municipal ponía orden, criterio y trabajo. Tavío garantizó a Zerolo que si destituía a Llanos, aquella defenestración no afectaría a los demás concejales, que permanecerían en el gobierno. No fue así. Todos se marcharon con Llanos y el alcalde se quedó colgado de la brocha, buscando apoyos circunstanciales e incómodos. Luego, en agosto de 2010, recompuesto meses antes el pacto y con Llanos de circunspecto concejal de Recursos Humanos, la presidenta del PP volvió a pedirle a Zerolo que apartara a su eterno rival orgánico, al tiempo que juraba a los concejales que irían en las listas en 2011 si se quedaban y renegaban del malvado Llanos. Un mes después lo consiguió. Y Nacho subió a los altares.