Si Paulino Rivero logró una victoria por los pelos que le va a suponer un desgaste especial en Tenerife, donde Coalición Canaria se jugará mucho electoralmente en 2015, José Miguel Pérez ha sufrido una amarga victoria en su congreso regional de manos de los que teóricamente debían ser sus principales apoyos en Tenerife y Gran Canaria. Va a sufrir un mandato accidentado que le obligará a presentar nuevamente su dimisión antes de las elecciones autonómicas de 2015, el verdadero hito para un partido que no parece haberse consolidado como alternativa de Coalición Canaria, sino más bien lo contrario. Salvo que se atreva a lo que nadie se ha atrevido hasta ahora: a cambiar las cosas como hizo a medias en Tenerife, donde se quedó corto por haberse puesto en manos de quien no debía. Si se convence de lo poco que tiene que perder y de lo mucho que puede ganar, está obligado a romper con la dictadura del viejo partido de los brazos de palo, renovarlo de arriba abajo, abrirse a la izquierda y decirle a los canarios que es capaz, con buenos modales e inteligencia, de acabar la labor que Juan Fernando López Aguilar ni siquiera pudo comenzar. Tendrá que espabilar. Y cambiar de ejército, que el que tiene está más dormido que él.