El principal peligro para la villa de Santa Brígida es su alcalde, Lucas Bravo de Laguna. O mejor dicho, el carácter altanero y de enterado de la caja del agua que cada día demuestra este político de pacotilla que se cree el más listo de la clase y que no pasa de la condición de rebenque. Y ante rebenques, rebencazos, como el que le acaba de propinar a todo ese pueblo por su culpa el Tribunal Superior de Justicia de Canarias, que ha anulado el desarrollo urbanístico del casco de la villa hacia la zona norte (por el Palmeral en dirección a Las Meleguinas). Si Lucas Bravo de Laguna hubiera tenido un mínimo de humildad, una pizca de duda prudente ante las reiteradas advertencias de que incurría en ilegalidades, quizás habría podido evitar la situación de auténtico drama en el que ha metido a decenas de familias que han invertido sus ahorros en chalets y promociones que se han venido desarrollando en esas urbanizaciones ahora en peligro serio de demolición. A todas esas familias puede irles pidiendo disculpas y ofreciéndoles soluciones de inmediato porque de la noche a la mañana sus viviendas han pasado a valer exactamente cero euros. Eso sí, podrán reclamarle ya al Ayuntamiento que les devuelva el importe de la licencia de obras y todos los IBI ingresados porque esas propiedades están exactamente en el limbo. Una auténtica calamidad este alcalde que encima se permitió destapar el frasco de sus chulerías durante todo el proceso, ahora concluido con la sentencia que hemos publicado en primicia en CANARIAS AHORA.