El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Hasta Soria se escaqueó
El fracaso de la convocatoria de Bravo “Por Gran Canaria, ¡sí podemos!”, como rezaba el eslogan que lucía espléndido en el escenario, se acrecentó aún más por las clamosoras ausencias de gentes de su partido. Es verdad que allí estaban consejeros y consejeras del Cabildo, además de toda la correspondiente secuela de estómagos agradecidos, alcaldes, concejales, suplidos, asimilados y demás familia. Pero faltaron muchos que se nutren de la sopa boba y otros que prefirieron no ser cómplices del desastre. En ese lote podemos incluir a la delegada del Gobierno en Canarias, Mari Carmen Hernández Bento, que excusó su asistencia alegando algo inaudito en ella: que no le correspondía participar en un acto “de ese tipo”. Conviene analizar la expresión “ese tipo” porque encierra una bomba de relojería. Si por “ese tipo” debemos entender que se trata de un acto partidista, habrá que recordarle a la señora delegada del Gobierno que en estos precisos momentos está simultaneando ese cargo de rígida representación institucional con el de coordinadora electoral del Partido Popular de Canarias, dos tareas política y moralmente incompatibles. Pero, siendo un acto de “ese tipo”, ¿no será que la señora delegada lo está descalificando por pleitista, por insularista y trasnochado? ¿A qué “tipo” de acto se refiere que es tan nocivo que imposibilita su presencia? Porque, si fuera nocivo, Bravo no ha quedado desautorizado por la delegada, ha quedado desautorizado por la cúpula de su partido. Da igual que allí estuviera el pobre Asier Antona, cada vez más marioneta en manos de Su Excelencia; lo sustantivo es que no estuvierala delegada, vicesecretaria de Organización y brazo ejecutor de Soria, lo que acto seguido significa que tampoco Soria quería estar, como de hecho no estuvo. Ciertamente, desde el Cabildo se había dado por hecho que el ministro de Industria, Energía y Turismo acudiría al esperpento; incluso resaltaron los voceros que estaba dispuesto a comerse la lengua y no intervenir “para no politizar el acto” (sic), algo verdaderamente infrecuente. Pero en otro gesto de desprecio hacia Bravo, que terminó celebrando una merienda entre amigos, tampoco el señorito se dignó acercarse por allí. ¿Cabe realmente mayor fracaso?
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