En el Gobierno no salen de su asombro, sabían desde hace tiempo del carácter de José Manuel Soria, de su capacidad para enredar, para provocar cualquier terremoto con tal de ser él el epicentro. Pero en el Gobierno de España andan muy ocupados con una crisis bestial de cuyas consecuencias nadie o casi nadie se atreve a dar razón. Los continuos ataques de Soria a Canarias y a los canarios no cuentan con el respaldo de nadie, por su puesto no cuentan con el respaldo de Mariano Rajoy, y ministras como Ana Pastor o la mismísima vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, se desentienden de sus actitudes de inmediato con el mohín de quien desaprueba pero no impugna, porque no están los tiempos para más quebraderos de cabeza. La prueba más evidente de desautorización de Soria como interlocutor del Gobierno con Canarias radica en que no forma parte del equipo de negociadores supuestamente creado tras la primera y hasta ahora única reunión entre Paulino Rivero y Mariano Rajoy. No existe una comisión bilateral para desbloquear los problemas de Canarias de la que, para más detalle, forme parte el ministro Soria, por mucho que tratara de hacerlo creer a la opinión pública a través de una nota de prensa que ordenó emitir a la delegada del Gobierno, su siempre fiel María del Carmen Hernández Bento.