No todos los congresos del Partido Popular en Canarias están desarrollándose con la aplastante unanimidad habitual, con esas aclamaciones corales al caudillo y a quienes él unge para que dirijan las distintas delegaciones insulares. En Tenerife, sin ir más lejos, además de ese noventa y tantos habitual, ha habido novedades interesantes en su congreso de este sábado, el que en teoría ha venido a escenificar el final de una década de liderazgo de Cristina Tavío, una de las víctimas más sonadas del caudillismo soriano. El presidente regional del partido, el ministro Soria, consiguió su propósito de una retirada airosa de la que fuera lideresa indiscutible, pero ha descuidado su excelencia los asuntos de aparente menor cuantía confiado en que el relevo, encabezado por Manuel Domínguez, habría entendido el mensaje. Pero no, la conformación de la dirección del PP de Tenerife demuestra a las claras que Cristina Tavío ha puesto mucho empeño en perpetuarse por la vía de colocar a personas directamente vinculadas a ella que, salvo error, omisión o si te he visto, no me acuerdo, le guarden las oportunas lealtades. El nuevo presidente insular, Manuel Domínguez, alcalde de Los Realejos con mayoría absoluta, es el relevo natural de Tavío, de la que era secretario general. Pero no ha tenido las manos libres para conformar su equipo, porque de número dos, de secretario insular le ha aparecido nada menos que Pedro Suárez, el presidente de la ilegal gestora del PP en La Laguna, un órgano que lleva en funciones tres años, dos y medio más de lo que permiten los estatutos del partido. Pero ya se sabe cómo son de laxos los estatutos del PP de Canarias.