Regresan, cada vez con el equivalente incremento en la intensidad, propio de la segunda parte del mandato, los rumores de ruptura del pacto que sustenta (como se puede) a la alcaldesa de Telde, María del Carmen Castellano, pendiente ya de dos juicios por presunta corrupción (Faycan y finca de San Rafael). Sus socios mantienen dos posturas bien diferenciadas. Guillermo Reyes, monarca de Ciuca, aprovecha cualquier cuestión, por nimia que sea, para sacar a relucir los agravios y la fragilidad del gobierno municipal. El otro socio, Pablo Rodríguez, líder local de Coalición Canaria, mucho más astuto, guarda silencio, en ocasiones prende la mecha y se sienta tranquilo a esperar que sus otros dos compañeros de viaje literalmente se despedacen. La alcaldesa juega con prudencia, eso es verdad, sabedora de que cualquier nueva trapisonda de los suyos puede colocarla en una posición aún más embarazosa. El último motivo de enfrentamiento entre la alcaldesa y Guillermo Reyes ha sido el relevo del jefe de la Policía Local, tras el que no parece que pueda haber por parte de nadie más lógica que la de un mejor funcionamiento de ese cuerpo, criticado discretamente desde diferentes ámbitos de la administración municipal por su quietud y su escasa efectividad para el cometido que tiene asignado. Pero Reyes anda metido en un agravio permanente desde que la alcaldesa acabó de un plumazo con el califato de José Luis Mena en Urbanismo tras descubrir que entre éste jefe de servicio y el concejal ad hoc, Fran López, se había establecido una relación mucho más estrecha que la de un superior y un subordinado. Pero siendo cierto que las tensiones no han desaparecido, sino todo lo contrario, nadie da un euro en estos momentos por la ruptura del pacto, entre otras cosas porque ninguna de las partes en presencia tiene dónde caerse muerta una vez todo quede supeditado a lo que decida el grupo mayoritario ?en la oposición-, Nueva Canarias.