La agenda política quiso que este lunes fuera de mucho contenido turístico, y que metidos todos en esa discusión, se escenificara nuevamente la ceremonia de la confusión y del disparate que es la política de Canarias. Porque mientras unos intentaban hacer realidad ese viejo sueño de diversificar la economía canaria y, dentro de esa diversificación, ir hacia un turismo de calidad que convierta nuestro destino en atractivo, eficiente y sostenible, otros proclamaban su fe irreductible en el más de lo mismo, en el producto de sol y playa que tanto ha perjudicado por momentos la imagen de España a cambio de unos beneficios fuera de proporción. Mientras unos hablaban en sede parlamentaria de innovación, de potenciar nichos diferenciadores y cualidades propias e incluso exclusivas de Canarias, otros se empeñaban en parques temáticos todavía sustentados en humo pero, eso sí, más grandes, mucho más grandes que el de la isla vecina.