Las espadas vuelven a situarse en lo más alto en esto de la trifulca por el petróleo. Muy sutilmente han ido aflorando las voces hasta ahora calladas partidarias de que al menos se produzcan los sondeos, a ver qué puede aparecer ahí. Suele ocurrir que las posturas más críticas sufren de aburrimiento ante la imparable majadería de los hechos, de las autorizaciones administrativas y el descaro de los agentes comerciales en presencia. Soria y Repsol tampoco se han quedado quietos y durante estos últimos meses han activado todos los mecanismos posibles para conseguir invertir de alguna manera la voluntad generalizada de la ciudadanía (al menos de la ciudadanía que se pronunciaba), contraria al experimento y temerosa de sus peligros. Repsol ha desembarcado con su talonario, lo que se nota de manera palmaria en algunos medios informativos, y hasta han nacido cuentas en redes sociales para llamar a la contradicción y la duda. Lo malo es que en el intento desenfrenado por alentar la polémica se cometen errores estratégicos de bulto, como la estúpida discusión surgida en torno al último accidente en las explotaciones en el Golfo de México. Una explosión en una plataforma que extraía gas natural -Hércules 265- en esa zona ha derivado en Lanzarote en una diatriba pública acerca de la manipulación que supuestamente ha partido de ese Cabildo, que al parecer utilizó para ilustrar el percance una foto del grave accidente de la plataforma Deep Horizon en lugar de limitarse a reproducir la imagen que acompaña este cometario, que basta por sí sola para poner los pelos de punta. Porque lo grave no es que un accidente pueda provocar un muerto u once; ni que la explosión sea de gas o de petróleo. Lo más grave que le puede ocurrir a Canarias es que en su cercanía (entiéndase por cercanía cualquier punto a menos de 100 kilómetros de distancia) se produzca un accidente de una plataforma petrolífera off shore. Eso es lo malo, no la foto que se quiera usar o el dinero que se gaste en publicidad la compañía Repsol.