Una joven prostituida por su familia en Canarias, protagonista en el Festival de San Sebastián
La historia real de una joven con parálisis cerebral prostituida durante años por su propia familia en Canarias se relata en Abril, hoy no es invierno, el cortometraje documental de Mabel Lozano que abre este viernes la sección Made in Spain del Festival de San Sebastián.
En el corto se explica cómo Ángeles Blanco, abogada de una asociación que asiste a personas con parálisis cerebral, recibió en su teléfono un SOS, ante el que pidió más datos, pero sin respuesta.
Llegarían más mensajes a su teléfono en meses sucesivos, siempre con emoticonos, y la abogada tuvo que encontrar, pacientemente y sin precipitarse para no frustrar el proceso, una manera de dar con la joven que se los enviaba.
“Cuando Ángeles me contó la historia le dije que no quería rodarla, que no podía más”, explica a EFE la directora. Estaba aún presentando Ava, un cortometraje documental sobre una joven que iba al instituto y fue captada por redes de explotación sexual, con el que ganó un Goya en 2024.
Pero la abogada empezó a mostrarle datos sobre violencia contra mujeres con una multidiscapacidad, y le pidió que se encargara ella del rodaje, porque había demostrado ser capaz de no hacer “pornografía del sufrimiento”, remarca Lozano.
De hecho, Abril, hoy no es invierno se construye sobre todo a base de pantallazos de las conversaciones de whatsapp entre Blanco y la víctima, mientras una voz en off va narrando la historia. “Otra cosa habría sido revictimizar a Abril”, explica Lozano.
“Empecé a investigar y conocí la cantidad de mujeres con parálisis cerebral violadas por sus hermanos, por los amigos de sus hermanos, por su familiares. Es un trozo de carne encima de la cama que no se puede mover”, relata con crudeza la directora y actriz. Es una situación que estas mujeres -cuya discapacidad motora no afecta necesariamente sus capacidades intelectuales- tienen mucha dificultad para denunciar, pues son totalmente dependientes.
En el caso de Abril, su padrastro, su madre y sus hermanos llevaban desde que tenía 14 años viviendo de su pensión y de prostituirla con una media de cinco hombres al día, y cuando trataba de resistirse a voces -pueden emitir sonido aunque no articularlo- la pegaban o la dejaban sin comer. Cuando tenían que llevarla al médico, le decían que tenía una discapacidad mental, y no había más indagaciones.
Sin embargo, “ella tiene un cociente intelectual altísimo, aunque no sabía leer ni escribir. Consiguió un teléfono móvil y que le encargaran una silla de las que da el Gobierno, que valen una fortuna y pesan 200 kilos, y que la sacaran una hora todos los días y la dejaran al sol. Ahí es cuando consiguió empezar a comunicarse con la abogada”, subraya Lozano.
Aunque Abril pudo ser liberada y ahora vive en una residencia en Madrid, sus proxenetas quedaron impunes ante la justicia porque el caso es anterior a 2022, momento en que cambia la ley y se permite prestar declaración con comunicación alternativa, relata Lozano.
“Todavía las víctimas de violencia sexual que usan comunicación alternativa no tienen asegurado su acceso a la justicia. Ahora admiten sus comparecencias, pero siempre y cuando ellas paguen el apoyo del logopeda”, denuncia la cineasta, para quien queda un largo camino por delante para proteger a estas mujeres.
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