La escritora senegalesa Ken Bugul ensalza el papel de las mujeres de su país como pilar económico de las familias
La escritora senegalesa Ken Bugul, pseudónimo de Mariètou Mbaye, perfila la situación de la mujer en su país, donde, al igual que en el resto de África subsahariana, su papel consiste en encargarse de actividades económicas que contribuyen al bienestar de la familia. Además, considera que solo las intelectuales se cuestionan la poligamia ya que, en general, las mujeres están más preocupadas por tener actividades generadoras de ingresos para cuidar de sus hijos y de ellas mismas.
La autora de obras como El baobab que enloqueció, en las que usando la autobiografía explora los dilemas de las mujeres en la diáspora senegalesa y la herencia colonial, explica, tras ofrecer una conferencia en Casa África, que “el problema no es la poligamia” sino contribuir económicamente a la economía.
Mariètou Mbaye, viuda de un anciano morabito, con quien se casó en 1980 formando parte de su harén y convirtiéndose en su vigésimo octava esposa, asegura en una entrevista a Efe que “la poligamia es una realidad en Senegal” y defiende que este régimen familiar “existe en todas partes, incluso en occidente”, donde algunos hombres casados tienen amantes.
Solo las mujeres de cierto nivel intelectual y que tienen “un determinado nivel de comodidad” se hacen preguntas sobre la poligamia o el feminismo, pero las analfabetas, las que viven en las zonas rurales, no están preocupadas por estas preguntas, añade Ken Bugul, pseudónimo que significa “ni siquiera la muerte la quiere”.
Según Mbaye, nacida en 1948 en la provincia senegalesa de Ndoucoumane cuando su padre tenía 85 años de edad y abandonada por su madre con 5 años, la situación de la mujer en su país difiere según se trate de una mujer que vive en un medio urbano o rural. También depende de si se trata una mujer escolarizada, intelectual y analfabeta o de si se encuentra casada, divorciada o está soltera, agrega.
Sin embargo, en líneas generales, el papel de la mujer en África subsahariana consiste en encargarse de actividades económicas, como la venta de productos o la agricultura, que contribuyen al bienestar de la familia y, especialmente, a la educación de los niños, señala la escritora, quien fue la primera mujer de su familia en escolarizarse y en ir posteriormente a la universidad en Dakar y, posteriormente, en Bélgica.
Mbaye, que trabajó en el departamento de planificación familiar para el bienestar senegalés tras la muerte de su marido, pocos meses después de casarse con él, indica que, como es lógico, el feminismo “es un concepto intraducible” en el idioma de las mujeres analfabetas que viven en áreas rurales o desfavorecidas.
No obstante, el empoderamiento de la mujer es importante y pese a que una parte de ellas estén excluidas del debate intelectual, todas las senegalesas tienen como aspiración trabajar y tener acceso a la tierra y a los recursos pesqueros para contribuir al bienestar de su familia.
En Senegal, “las mujeres no sufren porque son mujeres, sin por no poder mantener económicamente a sus hijos”, manifiesta la novelista, quien afirma que no se dio cuenta del color de su piel hasta que gracias a una beca fue a Bélgica a continuar sus estudios universitarios y fue “identificada como negra”.
Mbaye, que ha vivido de cerca la violencia de género, la prostitución e incluso el mundo de las drogas, experiencias que, como ella misma reconoce la han ayudado a ser escritora, opina que “la cuestión de género es una cuestión de vida y de supervivencia”, por lo que seguirá hablando de ello en sus libros.
“Siempre hablaré sobre las mujeres, los hombres, la vida, el medio ambiente y los problemas del mundo que conciernen a toda la humanidad”, asevera la senegalesa, quien está en proceso de terminar una nueva obra sobre la migración, concretamente del retorno de los inmigrantes a sus países, “con todas las expectativas que ello conlleva”.
En su opinión, la vuelta de las mujeres es diferente al de los hombres, a ellas se les exige “ser guapas, tener un cuerpo bonito y el pelo bien arreglado”, mientras que el hombre tiene que regresar “con muchas cosas materiales” para “honrar a sus madres”, a pesar de que sus progenitoras, en la mayoría de los casos, solo quieren que vuelvan vivos.
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