Maná enciende a 23.000 personas en su concierto de Infecar
Si las instituciones siguen peleando por el uso del Estadio de Gran Canaria para grandes conciertos, van a lograr que Infecar reviente. Ya pasó con Fito & Fitipaldis, cuando más de 20.000 personas se apretujaron en este recinto, claramente insuficiente para grupos del reclamo de los mexicanos Maná. Este martes, cerca de 23.000 almas se encendieron con sus grandes éxitos en un concierto de dos horas que parecieron diez minutos.
Guste más o guste menos su música, lo que está claro es que más de 22 millones de discos vendidos en todo el mundo y un buen puñado de premios internacionales son credenciales suficientes para asegurar un buen espectáculo. Si a eso le añadimos una gran producción (con especial mención a una realización fantástica) el éxito está asegurado.
La masa vociferante que este martes llenó Infecar (cerca de un 80% mujeres) así lo atestigua. El buen hacer como músicos de los mexicanos y las tablas que dan diez años sobre los escenarios les permitió alternar trallazos guitarreros y bailables con (muchas, quizás demasiadas) baladas, sin que eso mermara el ánimo. De pies a cabeza, Oye mi amor o Corazón espinado, con el guitarrista Fernando Vallín imitando a Santana con el solo, que ahí es nada, y hasta en el modelo de guitarra, alternaron con medios tiempos tan famosos como Vivir sin aire, El muelle de San Blas o Labios compartidos.
Tras un comienzo vertiginoso, la banda llegó al ecuador con un solo de batería de Alejandro González, convertido en todo un showman. Hay una máxima que dice: tu grupo es tu batería, que intenta reflejar la importancia del cimiento rítmico para que un grupo de música de sensación de calidad. Y eso con Maná se eleva a su máxima potencia. Tanto es así que hasta las cámaras le perseguían durante el concierto más que al propio cantante (Fher). Con todos los focos apuntándole, no le tembló el pulso para dar una lección de rudimentos de batería durante diez minutos (en los que llegó a parecer que hacía malabares) ante el regocijo general.
Después del parón obligado, Fher eligió a Jessica de entre el público, la sentó a su lado en un sofá preparado para la ocasión pidiéndole que le ayudara a cantar (aunque al final no le alcanzó ni el micrófono), la invitó a una copa de vino y se marcó un par de temas acústicos, en el que destacó un intento de ranchera con uno de sus mayores éxitos: Se me olvidó otra vez.
Luego, un poco más de caña, con mención de honor a una divertidísima Yo sigo siendo el rey que calificaron de folklore mexicano pero que comenzaron tocando al más puro estilo Ramones y acabaron con un despiporre acústico digno de los mismísimos Guns´n´Roses. Y es que está claro que este grupo se ha forrado a base de una sensibilidad para el medio tiempo lacrimógeno digna de estudio, pero demuestran encima del escenario que una vez se les llegó a comparar con The Police.
El concierto acabó pasadas las doce y media tocando uno de sus éxitos más rockeros: Clavado en un bar con un Infecar un poco menos lleno (la gente empezó a salir, inteligentemente, un poco antes) pero igual de animado. Según el batería Alejandro González, lo que más le impresionó del público fue, literalmente, “los cojones que tienen para cantar”. Como dicen en México, “chiquitos pero chicones”.
en el interior del recinto“.