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HELSINKI DESDE DENTRO

Toda ciudad tiene dos vertientes; es decir, la que se ve a simple vista, y la que se conoce cuando se vive en ella. Este blog quiere contar lo que sucede en esta ciudad nórdica, tratando de no recorrer los lugares comunes tan del gusto de las guías turísticas. Y todo ello, en lengua castellana.

NIGHT VISIONS BACK TO BASIC 2019: DESHEREDADOS

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El cine de género, simbolizado en un festival de cine finlandés, Night Visions, que, sin ser ni mucho menos perfecto -por lo menos, las personas que lo organizan distan mucho de serlo- sí que ha logrado forjarse una sólida reputación sin tener que recurrir a las herramientas y, sobre todo, a los excesos, anteriormente enumerados.

La última edición de Night Visions, celebrada el pasado mes de abril, ofreció una selección de títulos que bien pudieran servir como testamento vital de quienes lo organizan, año tras año, inmunes al desaliento y a los convulsos tiempos audiovisuales que nos ha tocado vivir.

De todos esos títulos, hay uno que refleja la esencia misma de las palabras que titulan este artículo tanto por quienes lo protagonizan, como por lo desconocido que aún sigue siendo, un cuarto de siglo después de su rodaje. Esto último se debe, en buena parte, a su pésima distribución, la cual lo relegó, directamente, a las estanterías de los videoclubs que todavía existían en aquellos momentos, sin tan siquiera tener una oportunidad en las pantallas de los cines.

© 2019 Universal Pictures & Alphaville Films

Village of the Damned (El pueblo de los malditos), dirigida por John Carpenter en 1995, reinterpreta el clásico cinematográfico del mismo nombre, dirigido en 1960 por Wolf Rilla con George Sanders y Barbara Shelley en sus papeles principales. En ambos casos, la historia original está basada en la novela The Midwich Cuckoos (1957), escrita por John Wyndham, un autor conocido en el mundo de la literatura de género por su sensacional novela postapocalíptica The Day of the Triffids (1951).

El trabajo del escritor inglés fue luego tamizado por Stirling Silliphant, Ronald Kinnoch -acreditado como George Barclay- y el director Wolf Rilla, para la versión original de 1960. En la película de John Carpenter, además de utilizar dicho guion previo, trabajaron David Himmelstein, Steven Siebert y Larry Sulkis, -los dos últimos sin acreditar- junto al director.

© 1960 Metro-Goldwyn-Mayer British Studios

La primera versión cinematográfica -todo un éxito de taquilla para los estudios británicos de la Metro- Goldwyn-Mayer, más si se tiene en cuenta el ínfimo presupuesto del que partió y que multiplicó por diez- nos traslada hasta el pequeño pueblo inglés de Midwich, espacio donde, tras un suceso inexplicable, nacerán un grupo de inquietantes, manipuladores y destructivos niños, capaces de cualquier tropelía con tal de salirse con la suya. Rodada con una sencillez de medios que, a ratos, termina por ser desasosegante por lo descarnada, dramática y cercana de la situación que se está viviendo, aquellos niños terminarán por ser una amenaza, merced a los poderes que les permiten manipular las mentes y las acciones de quienes los rodean.

Solamente el tesón y la determinación de Gordon Zellaby (George Sanders) se interpondrá en el afán destructivo de aquellos niños, casi se diría que demoniacos. En el relato original, sin embargo, se deja claro que su procedencia tiene que ver con una raza llegada desde el espacio exterior. No, con las profundidades del averno.

Martin Stephens (David Zellaby); George Sanders (Gordon Zellaby) & Barbara Shelley (Anthea Zellaby) © 1960 Metro-Goldwyn-Mayer British Studios

Lo cierto es que el resolutivo actor británico George Sanders, un rostro habitual en el cine y la televisión mundial a lo largo de cuatro décadas, era el único actor conocido para el gran público. Y, si trabajó en la película, fue casi por casualidad. Su pareja en la ficción, Anthea Zellaby -papel interpretado por la también británica Barbara Shelley- ha logrado tener una carrera mucho más larga que la de su compañero masculino en la película de Wolf Rilla. Dicho esto, en esta película, lo que realmente que para la historia del séptimo arte es el intenso enfrentamiento intelectual entre el resolutivo profesor y los inquietantes niños, uno de ellos, su propio vástago.

En esencia, la versión que rodara John Carpenter difiere bien poco del espíritu de la película original de 1960, salvo en la forma en la que el veterano director plasma los desmanes de los niños y los efectos que dichos desmanes causan en quienes les rodean. Además, se incluye a un personaje, el de la ambigua doctora y representante del gobierno federal, Susan Verner, que no forma parte del relato original literario.

Su inclusión añadirá un elemento discordante en toda la historia. Ella es la que se hace cargo del bebé no nacido de Melanie Roberts, el mismo que debería haber sido la pareja de David McGowan, dado que los niños van siempre en parejas. Esta pérdida siempre puso en peligro la estabilidad de todo el grupo e hizo que los excesos de los desasosegantes niños se multiplicaran, de manera exponencial. Además, la presencia de la doctora añade el elemento conspiratorio -tan del gusto del imaginario estadounidense- que presenta siempre un lado turbio del gobierno federal, esté en el Despacho Oval el presidente que esté.

Lo más destacable, además de la endiablada capacidad del director por ir incomodando al espectador en la butaca, es el sólido reparto sobre el que se sustenta toda la narración cinematográfica, reparto compuesto por un grupo de actores que, lejos de formar parte de ese selecto grupo de “estrellas del celuloide” forman parte del grupo de desheredados que, a pesar de sus cualidades, nunca ha logrado destacar lo que debiera.

Christopher Reeve (Dr. Alan Chaffee) © 2019 Universal Pictures & Alphaville Films

Christopher Reeve (Dr. Alan Chaffee) es, sin duda, quien mejor representa no el encasillamiento en un personaje, el del alienígena Kal-El -a quien interpretó en cuatro ocasiones-, sino la ceguera e ineptitud de una crítica y un público que fue incapaz de valorar títulos tan válidos como Monseñor (Frank Perry, 1982); El reportero de la calle 42 (Jerry Schatzberg, 1987); Interferencias (Ted Kotcheff, 1988) o ¡Qué ruina de función! (Peter Bogdanovich, 1992)

© 1982 Frank Yablans Presentations

Es más, su papel en la película de John Carpenter, la última que rodó antes de sufrir un accidente de equitación que lo postergó en una silla de ruedas hasta su pronta desaparición en el año 2004, no sólo no tiene nada que envidiarle al trabajo de un actor tan válido como lo fue George Sanders, sino que, lo lleva un paso más allá. Reeve nos presenta un personaje que mezcla esa asumida resignación ante lo que está ocurriendo delante de sus ojos con la determinación que le llevará a enfrentarse al peligro letal que suponen todos aquellos niños.

Junto al personaje del doctor Alan Chaffee se sitúan Jill McGowan (Linda Kozlowski) y la ya mencionada doctora Susan Verner (Kirstie Alley).

La primera, madre soltera tras la muerte de su marido Frank McGowan (Michael Paré), representa la quintaesencia de una superviviente nata, capaz de sobreponerse a la trágica muerte de su cónyuge- acaecida el mismo día en el que ella y el resto de las mujeres de la ciudad costera de Midwich quedaron embarazadas- y aceptar su situación de madre soltera, sin amedrentarse por ello. Luego, cuando David nace, Jill será capaz de sortear todos y cada uno de los peligros que el resto de los niños suponen, con tal de defender a su hijo, el único que no tiene pareja, circunstancia que lo hace menos dado al sadismo que demuestra el resto.

Linda Kozlowski (Jill McGowan) © 2019 Universal Pictures & Alphaville Films

Quizás la actriz norteamericana de origen polaco volcó en su personaje todos sus esfuerzos previos por labrarse una carrera profesional, sin tener que recurrir al recuerdo del personaje de Sue Charlton, la intrépida reportera protagonista de la saga Crocodile Dundee, cada vez que le ofrecían un papel en alguna producción de cine y/o televisión. Su interpretación en Village of the Damned no es sólo una de las mejores de la película, sino que, como ya pasara con su compañero de reparto Christopher Reeve, desnuda la falta de sentido práctico y el asfixiante predominio de los estereotipos que regulan los mentideros de la industria cinematográfica, antes y ahora.

El caso de Kirstie Alley dista mucho de ser el mismo que el de su compañera de reparto, más si se tiene en cuenta su participación en la icónica serie de televisión Cheers (1987-1993) -serie por la ganó un globo de oro y un Emmy- o la saga cinematográfica Mira quién habla (1989-1993) junto a John Travolta. Sin embargo, su carrera profesional, una vez comenzado el siglo XXI, ha entrado en una deriva que la ha llevado a ser un rostro frecuente en programas de televisión, tales como Dancing with the Stars (2011-2012) o Celebrity Big Brother (2018), pero ha dejado de prodigarse en las pantallas.

Kirstie Alley (Dr. Susan Verner) © 2019 Universal Pictures & Alphaville Films

En cuanto a la película de Carpenter se refiere, no obstante, su papel de la manipuladora, esquiva e inquietante doctora Danvers -una versión femenina del televisivo CGB Spender, creado por Chris Carter para la serie Expediente-X- supone el contrapunto distorsionador que pone en peligro los intentos de Alan Chaffee y Jill McGowan por tratar de entender, y controlar, a los temibles niños.

El caso de Meredith Salenger, la actriz que da la réplica a Melanie Roberts -la única mujer que pierde a su bebé en el momento del parto- es similar al de Linda Kozlowski. Tras un prometedor debut en la película El viaje de Natty Gann (Jeremy Kagan, 1985) junto al actor John Cusak -una de las pocas películas producidas por Disney en la aciaga década de los años ochenta del pasado siglo XX que sí gozaron del favor del público- vio cómo su carrera no lograba cuajar como hubiera sido deseable. Esto, en parte, se debió a que la actriz decidió abandonar la disciplina interpretativa para estudiar en la universidad de Harvard.

© 2019 Walt Disney Pictures & Silver Screen Partners II

Una vez de regreso tras su paso por la universidad, sus apariciones fueron perdiendo peso y, en la película de John Carpenter, su papel -sin ser tan relevante como los dos casos anteriores- sí que es cierto que posee una fragilidad y vulnerabilidad dignas de ser comentadas, que la alejan de los papeles juveniles que había interpretado en su primera etapa como actriz. Además, ella representa, mejor que nadie, la desesperación que embarga a los habitantes del lugar ante los abusos cometidos por aquellos niños que nadie deseó, mucho menos ella -virgen en el momento del súbito, e inexplicable, embarazo- pero que están socavando los mismos cimientos de la convivencia en Midwich.

Si hablamos de encasillamiento, Mark Hamill poco tiene que envidiarle a su compañero de reparto Christopher Reeve. En el caso del primero, su carrera siempre ha estado ligada el personaje de Luke Skywalker, el granjero que, siguiendo los dictados del antropólogo Joseph Campbell, se convirtió en un héroe que se opondría a la tiranía del malvado imperio galáctico, junto a su hermana melliza, la princesa Leia Organa, Han Solo, su fiel compañero Chewbacca y las enseñanzas del caballero Jedi Obi-Wan Kenobi.

No obstante, el actor californiano trató de diversificar su carrera luego del estreno de Star Wars (George Lucas, 1977). Así protagonizó Corvette Summer (Matthew Robbins, 1978); la magnífica propuesta bélica The Big Red One (Samuel Fuller, 1980) junto al icónico Lee Marvin; The Night the Lights Went Out in Georgia (Ronald F. Maxwell, 1981); Slipstream -La furia del viento- (Steven Lisberger, 1989), una película que se mereció mucha mejor suerte, a pesar de los vaivenes que sufrió su producción; y The Guyver (Screaming Mad George & Steve Wang, 1991), otra producción que mereció mucha más consideración por parte del público y de quienes dicen amar y defender el cine de género.

© 1989 Entertainment Film

Al final, la carrera del actor ha estado más ligada al mundo de la animación -dando su voz a personajes tan carismáticos como el excesivo y demente Jocker o trabajando para la industria de los videojuegos- que actuando en la gran pantalla para el espectador.

Village of the Damned nos ofrece la oportunidad de ver al actor en el papel del reverendo George, el único representante del estamento eclesiástico en la ciudad de Midwich. Éste, como es lógico pensar, verá la mano demoniaca en todo aquello, circunstancia que tratará de extirpar como si se tratara de un cáncer. Ni que decir tiene que su personaje terminará bordeando la línea que separa la cordura de la locura, instantes en los que Mark Hamill dejará palpable que su registro interpretativo es capaz de ir más allá de su papel en la saga galáctica creada por George Lucas.

El último en discordia es Michael Paré, el marido Jill McGowan que desaparecerá en los instantes previos de la narración cinematográfica, un suceso que determinará el carácter de su mujer, sobre todo cuando da a luz a David.

El actor, originario de Nueva York, empezó su carrera protagonizando títulos tan emblemáticos como Eddie and the Cruisers (Martin Davidson, 1983); El experimento Filadelfia (Stewart Raffill, 1984); y Calles de Fuego (Walter Hill, 1984). Esta película también se programó durante el festival de cine finlandés.

Michael Paré (David Herdeg). The Philadelphia Experiment © 1984 New World Pictures & Cinema Group Ventures

Salvo por contadas excepciones, Paré no ha parado de protagonizar títulos secundarios y de bajo presupuesto -pensados para su lanzamiento en formato videográfico-, muchos de ellos dirigidos por el infausto director alemán Uwe Boll hasta que éste se retiró en el año 2016.

En Village of the Damned, el actor tiene poco tiempo de demostrar sus cualidades interpretativas, que las tiene, dada su pronta y dramática desaparición. En cambio, en la fantasía retro-noir rodada por Walter Hill en el año 1984, Michael Paré -dando la réplica al pétreo personaje de Tom Cody- tiene tiempo de explorar su registro interpretativo, en medio de una fantasía rodada a ritmo de Rock & Roll, a lomos de potentes motocicletas y con una mezcla de estilos y escenarios llenos de enormes luces de neón que nos retrotraen a otras épocas donde todavía se sabía quiénes eran los malos y, si me apuran un poco, los menos malos.

© 2019 A Hill-Gordon-Silver Production, RKO Pictures & Universal Pictures

Calles de fuego es una película rodada con un ritmo trepidante, dotada de una banda sonora que nunca da tregua al espectador y con una puntuación cinematográfica que la diferencia de la mayoría de las producciones de aquellos años, muchas de ellas condicionadas -en el mal sentido- por la estética del videoclip impuesta por la cadena de televisión MTV. En contraposición a dichas carencias, Walter Hill propone una suerte de cuento de hadas contemporáneo donde un “príncipe”, Tom Cody, regresa a su ciudad de origen para salvar a su “princesa”, Ellen Aim (Diane Lane) del malvado secuestrador que la tiene presa, Raven Shaddock (Willem Dafoe). Esto ocurre, porque Reva Cody (Deborah Van Valkenburgh), hermana del héroe le pone sobre aviso.

Una vez que los personajes principales están sobre el tablero de juego, incluyendo al pretencioso Billy Fish (Rick Moranis) y a la resolutiva McCoy (Amy Madigan), una soldado antes de que las mujeres pudieran entrar en combate, la acción resultante mezcla elementos del western más clásico -sobre todo por la actitud solitaria y desafiantes de los dos antagonistas principales y las armas que empuñan- y le añade toques de la estética de las películas de los años cincuenta, tales como la atmósfera y el uso del espacio que se plasma en la pantalla.

© 2019 A Hill-Gordon-Silver Production, RKO Pictures & Universal Pictures

En donde la película va un paso más allá es en su montaje, que recuerda a la maquetación de un comic-book. Es más, una secuencia se “rasga” en la pantalla y la siguiente invade el espacio libre, solapando las imágenes anteriores, de la misma forma que cuando las viñetas dibujadas en una página tratan de invadir el espacio de la siguiente, sin resignarse a ocupar el espacio asignado.

Todo esto debería haber sido más que suficiente para que el público de aquella época valorara el proceso de reinvención estética y cinematográfico desarrollado por el director y todo su equipo. La realidad fue bien distinta. Ha tenido que pasar varias décadas para que ese mismo público que le dio la espalda en el momento de su estreno haya pasado a considerarla una de las mejores propuestas estilísticas y argumentales de cuantas se estrenaron en aquellos momentos. Hoy sigue destacando frente a la legión de producciones clónicas que se apuntaron a una moda, sin tan siquiera saber de qué se trataba.

Queda para la historia el épico enfrentamiento entre Tom Cody y Raven Shaddock, brutal, áspero y sin concesiones, y las dos canciones interpretadas por Ellen Aim. La primera, “Nowhere Fast”, es el verdadero pistoletazo de salida para toda la acción. Por su parte, “Tonight Is What It Means to Be Young” es todo un canto a la inocencia perdida, la realidad de las personas y el mejor epílogo para una película que, al final, ha logrado formar parte del imaginario de la cultura popular contemporánea, aunque con décadas de retraso.

Michael Paré (Tom Cody). Streets of Fire © 2019 A Hill-Gordon-Silver Production, RKO Pictures & Universal Pictures

En parte ello se debe a lo sobresaliente del casting, incluyendo la actuación de un Michael Paré que entendió los dobleces, las motivaciones y el devenir de Tom Cody, una suerte de héroe Pulp crepuscular, trasplantado a una época que no es la suya, pero en la que siguen haciendo falta HEROES con mayúsculas.

© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2019

Village of the Damned © 1960 Metro-Goldwyn-Mayer British Studios

Village of the Damned © 2019 Universal Pictures & Alphaville Films

Monsignor © 1982 Frank Yablans Presentations

The Journey of Natty Gann © 2019 Walt Disney Pictures & Silver Screen Partners II

Slipstream © 1989 Entertainment Film

The Philadelphia Experiment © 1984 New World Pictures & Cinema Group Ventures

Streets of Fire © 2019 A Hill-Gordon-Silver Production, RKO Pictures & Universal Pictures

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