Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

¡Contigo va a hablar … ‘La Dolores’!

La dependencia a las nuevas tecnologías está cambiando nuestra forma de relacionarnos. (DP)

Jorge Batista Prats

Las Palmas de Gran Canaria —

Amaneció la noche de aquella manera en que el sol se impone a los más huracanados vientos. Ante el teclado y mirando a los veleros de la Bahía de La Luz, me devanaba los sesos a la manera de Don Guido. Pensaba en que pensar debía en asentar la cabeza. Y fue en esas cuando – no sé si por vileza de las eléctricas – me vi calado por una lluvia púrpura. Purple rain. Y tal vez vi a Prince en los Cielos. No lo sé. Nunca quise causarte ninguna tristeza. Nunca quise causarte ningún dolor. Sólo quise verte una vez sonriendo. Sólo quise verte sonriendo en la lluvia púrpura. Fue entonces cuando caí, no en que se me estaba quemando el sofrito, sino enamorado de la moda juvenil, de los precios y rebajas que yo vi, enamorado de ti. Sí, yo caí enamorado de la moda juvenil, de los chicos, de las chicas, de los maniquís, enamorado de ti. Y sentí que estaba llegando el futuro y la futura y no lograba entender el desbocado proceder de mi pensamiento. ¿De dónde retornaba todo aquello? Al no saberlo, opté por barrer para casa o arrimar el ascua a mi sardina. En Óscar tengo siempre un amigo dispuesto a la ayuda desinteresada, de modo que, cuando en tantas ocasiones hablo conmigo mismo, soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo. De repente advertí sobre la mesa que mi calendario de teka me indicaba con dos dígitos: 14 de Febrero. Había comenzado a escribir el Día de San Valentín. Una vez más, la autopista a la demencia quedaba cortocircuitada.

Muertos en rededor

Según caminan los años surgen muertos en derredor, seguramente para que aquellos olvidadizos del seguro e inexorable final, hagan reflexiones, filosofen, se pregunten o metan la cabeza debajo del ala. Así que me fijo en una información del periodista Iago Otero Paz que me cuenta, nos cuenta, que el pasado temporal de hace un momento “se ensañó con las instalaciones del cementerio” de San Mateo. Ensañamiento atrevido a tal extremo que una rama de un árbol totalmente arrebatada golpeó una lápida, la partió y dejó a la vista los restos de un cadáver fenecido. Tanta lucha en las instituciones pro y en contra de la Ley de la Memoria Histórica, cuando es el huracán el que, tomando la justicia por su mano, destruye esa fina pared que pone al nicho del más allá mientras lo contemplamos del más acá. Y deja a quien nos dejó a la vista siempre vedada. No sería ninguna locura que Rajoy, con el pesoe o sin él, pactara con el viento la exhumación de finados para, en teoría, curar heridas de la guerra fratricida que fue. Y si es locura, ¿acaso no señala el pueblo que aquel expuesto continuamente a los vientos deviene trastornado?

Y a George Michael que no lo entierran o incineran. Tan misteriosa les parece su muerte a forenses e investigadores que, quien fuera cantante de fama y renombre lleva desde el Día de Navidad – supongo que congelado – sin que la cuestión encuentre ese fin que tiene el fin. Dicen que la familia, anonadada y estupefacta, prepara ya los funerales, aquellos que, así las cosas, serán de cuerpo ausente aunque localizado, algo no contemplado jamás en las novelas de serie negra.

Diálogo, conversación o palique

Comienzan siempre siendo de uno consigo mismo, que del diálogo interno se trata, siempre que no se expulse al exterior, en cuyo caso estaríamos ante el monólogo. A su vez, éste puede ser artístico o quedarse simplemente en el muy conocido descargue o coñazo. Son muchos los pensadores que coinciden en la necesidad de detener nuestro constante hablarnos. Por muchas razones: porque aleja la paz, perturba el espíritu, impide la meditación y, llevado al extremo, puede terminar en trombo, derrame, ictus, isquemia cerebral o parada cardio-respiratoria. Ya Don Juan, indio yaqui mexicano, le insistía al antropólogo Carlos Castaneda en la necesidad de parar el diálogo interno, de tal modo que pueda accederse a realidades aparte, en la línea de las teorías de Huxley. En la filosofía budista hay también mucha literatura al respecto.

¡Contigo va a hablar … La Dolores!, que viene a decir que la conversación se nos muere de usarla tan poco, fruto del desencuentro físico que se produce mientras avanza alocadamente la tecnología de la comunicación. Ni siquiera las masas son masas – excepto la masa madre del pan – y acaecen conformándose simplemente como un sumatorio de personas aisladas entre sí. Nada hay peor que la soledad en compañía, aseguran muchos. Y tal vez sea porque siempre lleva aparejado el sufrimiento.

Es más que evidente que esa ‘cuarta silla’, el diálogo con la máquina, camina a pasos agigantados hacia el dominio de la conversación

Iba una vez – tiempos de Universidad – en un Seat 127 azul marino de Barcelona a Madrid con temperaturas exteriores máximas en torno a los cero grados centígrados. Me acompañaban dos amigos en un habitáculo estufado por dos vías: la calefacción del vehículo al máximo y la niebla de marihuana que era celebrada meteorología de interior. Y llegamos a Calatayud con hambre de pícaro del Siglo de Oro, de tal manera que nos dirigimos a un bar en el que dimos cuenta de buenos bocadillos acompañados de café con leche. Fue precisamente al pedir la cuenta, cuando uno de mis amigos – ya saben que la maría da mucha risa – le preguntó a uno de los camareros: “Maestro … ¿Dónde podríamos encontrar a La Dolores …?” Lo oyó todo el bar, encabronándose de inmediato las gentes. Nadie sabrá nunca cómo salimos con bien del entuerto, ya que nos quisieron dar desde cabezazos, patadas y puñetazos hasta hostias sin consagrar. Casi corridos a gorrazos escapamos del pueblo como quijotes en riesgo de descalabro, agradeciendo que a nadie se le hubiera ocurrido colocar muro alguno para controlar la inmigración.

Conversamos mucho faciendo la vía entre la ciudad que aún no era de Colau y la que tampoco era entonces de Carmena. No habían llegado los smartphones, ni los hombres y mujeres, adolescentes y adolescentas, niños y niñas, pegados a una pantalla día y noche diciendo gilipolleces, degenerando el lenguaje y disparando estúpidas autofotografías denominadas selfies. Pero, señalan por ahí, al tañido de campanas de gloria, que el progreso es el Progreso; el kruger, el Kruger y el mecánico, el Mecánico. Blanco o virginia. Perfecto.

Soledad, lenguaje y la cuarta silla

Una cuarta parte de los adolescentes se conectan a un dispositivo durante los cinco primeros minutos después de despertar y envían una media de 100 mensajes de texto al día, se decía hace unos cuatro o cinco años, cuando la psicóloga Sherry Turkle comenzó a exponer el resultado de sus investigaciones, alertas y conclusiones sobre el impacto de las redes sociales. Pero, una vez más, lo que importa es vender tecnología y minimizar cualquier contestación a un consumo desmedido y grotesco que está teniendo una importantísima incidencia sobre la convivencia, las relaciones sociales, la degradación del lenguaje y la alienación del pensamiento. Todo el mundo conoce lo que los humanos hacen con un teléfono, pero son poquísimos los que reflexionan acerca de lo que hace el teléfono con los humanos. En estos momentos, estoy más que seguro que esa cuarta parte que citaba anteriormente ya se ha transformado al menos en las tres cuartas partes. Por una razón: los países pobres no han quedado fuera de la fiebre provocada por el desquiciamiento en los modos de comunicarnos y entendernos. Al contrario, en estados realmente depauperados, con renta per cápita diaria incluso inferior a los tres euros, todo el mundo lleva a cuestas su smartphone. Pero casi nunca en el bolsillo. Prácticamente siempre delante de los ojos, aunque vaya por el medio de una calle en el centro de El Cairo. Hace poco, Turkle mantuvo una entrevista con la periodista Isabel F. Lantigua. Y, entre otras cosas, le puso de manifiesto “la estrecha relación que existe entre la huida de la conversación y la huida de la soledad. La gente”, advierte, “tiene miedo de pasar tiempo a solas. Trabajos realizados con estudiantes universitarios demuestran que éstos prefieren administrarse descargas eléctricas a sí mismos antes que estar a solas con sus pensamientos, sin teléfono, sin dispositivos electrónicos o sin un libro. Para estos jóvenes, la soledad, con su carencia de estímulos externos, es algo literalmente insoportable”. La psicóloga insiste en que “estamos perdiendo aquello que nos diferencia del resto de las especies. Estamos perdiendo nuestra humanidad”.

De las tesis que mantiene Sherry, puede inferirse que – a su entender – el problema no reside en enfrentar de manera simplista la conversación cara a cara, face to face, tête a tête, con los mensajes, sino en estudiar las distintas maneras de conversación, para ver qué es lo que está sucediendo realmente. Para ello, ha recurrido a la Teoría de la sillas de Henry David Thoreau quien, en 1845, se estableció en una pequeña cabaña que él mismo construyó cerca del pantano de Walden con el fin de simplificar su vida y dedicar todo el tiempo a la escritura y la observación de la naturaleza.

La psicóloga Sherry Turkle insiste en que “estamos perdiendo aquello que nos diferencia del resto de las especies. Estamos perdiendo nuestra humanidad”

Las conversaciones con una silla son las que mantenemos con nosotros mismos, en soledad-; las de dos sillas -las charlas con los amigos-; y las de tres sillas -las que se producen en el mundo laboral y educativo-. Turkle ha añadido una cuarta silla para las conversaciones “que mantenemos con máquinas”. Es más que evidente que esa cuarta silla camina a pasos agigantados hacia el dominio de la conversación. Más cuando está ya por llegar en tromba la gran revolución robótica. No es necesario ser un analista, un estudioso o un profundo observador. Basta con salir a la calle y simplemente mirar a las gentes que pasan por delante. Y por detrás.

Aquellas conversaciones de antes y aún antes

El ascenso de la mediocridad y el deterioro de lenguaje y pensamiento, no sólo a causa de la tecnología sino también debido a los intereses políticos y económicos, subliman a mi barruntar el innumerable número de conversaciones inteligentes y hasta geniales que se han quedado formando parte de la Historia. Es muy difícil imaginar un diálogo entre Clavijo y Antona que vaya más allá del Graduado Escolar. Es casi imposible esperar algo más que la decepción, el tedio y el sinsentido de un cuarto de hora entre Donald Trump y Mariano Rajoy. Es inconcebible valor alguno en una conversación en el Ritz entre Rato y El bigotes. No obstante los optimistas siempre tendrán lista una frase: “Menos da una piedra”. Yo, desconfío.

Ni siquiera las masas son masas – excepto la masa madre del pan – y acaecen conformándose simplemente como un sumatorio de personas aisladas entre sí

Sir Winston.-

Estaba hace ya mucho tiempo el señor Winston Churchill sentado sobre Roca – otro, no el defensor de la infanta Cristina – cuando el Lord del Sello Privado lo importunó de alguna manera en esa acción biológica que necesita de la paz. Winston, que no fumaba LM como el ladrón de la casa de Soria sino cigarros puros, nunca fue políticamente correcto. Así que llamó a su asistente y le envió a su colega el siguiente texto: “Dígale al Lord del Sello Privado que estoy sellado en el privado y que sólo puedo tratar con una mierda a la vez”.

En otra ocasión, la diputada laborista Bessie Bradock lo acusó de ir al Parlamento en estado de ebriedad. Winston fue rápido en responderle: “Querida, eres fea, pero yo mañana estaré sobrio y tú seguirás siendo fea”.

Sócrates.- Se cuenta por el extrarradio de la ciudad que Sócrates, antes de tomarse por imperativo legal un chupito de cicuta allá por el 399 a.c., tuvo un pequeño desencuentro con un ateniense montado en el dracma. Al parecer, el caballero le planteó al filósofo que se encargara de la educación de su hijo. Por la docencia, Sócrates le pidió 500 dracmas. Al padre del potencial alumno le pareció excesivo el precio y argumentó: “Por ese dinero puedo comprarme un asno”. Sócrates contestó: “Tiene razón. Le aconsejo que lo compre y así tendrá dos”.

Epicuro.- Ya no en los arrabales sino en pleno Parque de Santa Catalina, exactamente junto a la estatua de Lolita Pluma, escuché una vez a un limpiabotas que le leía a un colega de profesión la carta que Epicuro envió a su íntimo amigo Idomeneo cuando advirtió que iba a morir. Decía así la epístola: “En este día feliz, que es el último también de mi existencia, te escribo estas líneas. Mis pujos de sangre y micciones dolorosas siguen su curso, sin admitir ya incremento su extrema condición. Pero a todo ello se opone el gozo que siento en el alma por el recuerdo de nuestras pasadas conversaciones filosóficas”.

Albert Einstein.-

Entre papeles de pentagramas y músicos andaba metido yo y mi mismo, cuando descubrí que el gran matemático tocaba el violín (también el piano), como Woody Allen el clarinete o Clint Eastwood las teclas blancas y negras. De ese modo, pude casualmente enterarme de una conversación magnífica. Ensayaba Albert una obra escrita para cuarteto por Haydn y no lograba entrar a tiempo cuando la partitura lo exigía. Cualquiera que toque un instrumento, sabrá del nerviosismo y la angustia que producen esas nefastas coyunturas. Ya eran demasiados los intentos fallidos de Einstein que, visiblemente enojado y desesperado, el chelista le dijo: “Tu problema, Albert, es que simplemente no sabes contar”.

Salvador Dalí.- No fue con ocasión de que tocara con mis pies y no con los de otro los empedrados del bellísimo pueblo de Cadaqués, como tantas veces. Ni siquiera iba con mis sandalias menorquinas por los senderos que conducen a Port Lligat, pero un viejo marinero, tras invitarme a unas sardinas asadas, me contó una historia genial sobre aquel gran caradura y pintor excepcional que fue Salvador Dalí. Que se le acerca embelesada la excelente actriz del teatro francés Madeleine Renaud y le dice: “Quiero que sepa que le admiro muchísimo y que no hay duda de que es usted un genio”. Dalí la miró sonriente y solamente dijo: “Pienso como usted, señorita”.

Rock Hudson y Doris Day.- El cine ha dado excelentes conversaciones a la Humanidad. Porque la conversación no cambia su valor si estamos en la realidad o la ficción. Simplemente, porque la conversación es creación. En Pijama para dos (Delbert Mann. 1961), Rock Hudson y Doris Day mantienen el siguiente diálogo: “Yo no utilizo el sexo para conseguir un cliente” / “¿Cuándo lo utiliza?” / “Nunca” / “Mi más sincero pésame a su marido” / “No estoy casada” / “Me lo imaginaba”.

Woody Allen en Annie Hall.- El judío más conocido del planeta va con su madre al médico. En la consulta, se sucede esta conversación:

Madre:

Tiene una depresión muy grande. De repente, ya no hay forma de que haga nada.

Médico:

¿Por qué estás deprimido, Alvy?

Madre:

Cuéntaselo al Dr. Flicker. Ha sido algo que ha leído.

Médico:

Algo que ha leído, ¿eh?

Alvy niño:

El universo se expande.

Médico

¿El universo se expande?

Alvy niño:

Bueno, el universo es todo y, si continúa en expansión, acabará por estallar, ¡y eso sería el fin de todo!

Madre:

¿Y a ti qué te importa? …Ya no hace los deberes.

Alvy niño:

¿Y para qué?

Madre:

¿Qué pinta el universo en todo esto? ¡Tú vives en Brooklyn! ¡Y Brooklyn no se expande!

Médico:

Y no conocerá expansión sin que pasen antes billones de años.

Alvy niño:

Hemos de procurar pasarlo bien mientras sigamos aquí, ¿eh? …je, je

La laborista Bessie Bradock acusó a Churchill de ir ebrio al Parlamento. Winston fue rápido: “Querida, eres fea, pero yo mañana estaré sobrio y tú seguirás siendo fea”

Joan Crawford y Sterling Hayden.-

Un clásico entre los grandes clásicos: la conversación de Johnny Guitar y Vienna. Una declaración de amor tan genial como la elipsis literaria de Madame Bovary (Gustave Flaubert) recorriendo Rouen en una calesa repleta de gemidos inaudibles.

Johnny: ¿A cuántos hombres has olvidado?

Vienna: A tantos como mujeres tú has amado.

Johnny: ¡No te vayas!

Vienna: No me he movido.

Johnny: Dime algo bonito.

Vienna: Claro. ¿Qué quieres que te diga?

Johnny: Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años.

Vienna: Te he esperado todos estos años.

Johnny: Dime que habrías muerto si yo no hubiera vuelto.

Vienna: Habría muerto si tú no hubieras vuelto.

Johnny: Dime que me quieres todavía, como yo te quiero.

Vienna: Te quiero todavía, como tú me quieres.

Johnny: Gracias. Muchas gracias.

Epílogo

EpílogoHay tópicos que nunca llegan a serlo. Tal vez porque no están ligados a la elección sino a la obligación. El diálogo final de Casablanca (Michael Curtiz. 1942) tiene esa eternidad de las palabras que jamás se lleva el viento.

Rick: Yo me quedo aquí hasta ver que el avión ha despegado.

Ilsa: ¡No Rick! ¡No! Anoche dijiste…

Rick: Anoche dijimos muchas cosas. Dijiste que yo tenía que pensar por los dos y es lo que he hecho. Y sé que tienes que subir a ese avión con Víctor que es a quien perteneces.

Ilsa: Pero Rick, escucha.

Rick: Escúchame tú. ¿Tienes idea de lo que te espera si te quedas aquí? Créeme, los dos acabaríamos en un campo de concentración. ¿Verdad Louis?

Renault: Me temo que Strasser insistirá en ello.

Ilsa: Dices eso para que me vaya.

Rick: Lo digo porque es cierto y es cierto también que perteneces a Víctor. Eres parte de su obra, eres su vida. Si ese avión despega y no estás con él, lo lamentarás.

Ilsa: No.

Rick: Tal vez no ahora, tal vez ni hoy ni mañana, pero más tarde, toda la vida.

Ilsa: ¿Nuestro amor no importa?

Rick: Siempre nos quedará París. No lo teníamos, lo habíamos perdido hasta que viniste a Casablanca, pero lo recuperamos anoche.Casablanca, pero lo recuperamos anoche.

Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

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